Ojalá que el enfrentamiento del Presidente Obama con los bancos no vaya a terminar causando una recaída en la crisis económica mundial.
Nadie niega la necesidad de ponerle control al sistema bancario y financiero norteamericano, acostumbrado a una libertad que sería impensable en la mayoría de los países del planeta. Aquí mismo, el estatuto financiero le marca límites a la posibilidad de especular que tiene la banca, o por lo menos esa es su intención. De manera que nada extrañas parecen las advertencias del mandatario americano y sanas son sus intenciones de que el Congreso establezca un marco regulatorio a la forma como los bancos arriesgan los dineros procedentes de los depósitos de ahorro de los ciudadanos.
Pero como la economía mundial está irremediablemente ligada a la de los EE. UU., cualquier sobresalto que ésta tenga, repercute dramáticamente en aquella. Y eso es lo que está sucediendo desde ayer, con el enérgico discurso de Barak Obama, que parece ser el responsable de la caída de las bolsas. El sistema financiero capitalista depende de la confianza de los invesionistas, que no siempre obecedece a consideraciones racionales.
Falta ver que ocurrirá a partir del lunes para saber si realmente las cosas son tan graves como lo pretenden muchos analistas de la situación actual.
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