El debate de opinión parece sepultado bajo la lógica perversa del referendo. Objeto de críticas -con sobradas razones-, el proyecto de perpetuar a Uribe en el poder está alimentando las pasiones hasta clausurar la discusión razonada sobre la sucesión presidencial.
En menos de dos semanas -el domingo 27 de septiembre-, los principales partidos de oposición seleccionarán candidatos presidenciales en sendas consultas populares. Haríamos bien en fijar más nuestra atención en los 10 aspirantes -siete del Partido Liberal y tres del Polo Democrático- que se disputan las candidaturas de estos partidos. (Una sentencia del Consejo Nacional Electoral obligaría a los conservadores a efectuar consulta, a pesar de previa decisión contraria de sus directivas. Un enredo más para un partido desdibujado, que en vez de buscar la Presidencia se casó con la nueva reelección.)
Es necesario subrayar la importancia de las consultas en las que se encuentran comprometidos liberales y polistas. Ante todo, hay que advertir -como lo enseña el abecé de las consultas- que en ellas pueden participar todos los 29 millones de ciudadanos inscritos en el censo electoral hasta el 27 de mayo -sean o no miembros de esos partidos (www.registraduria.gov.co)-. La única restricción es que cada votante sólo puede participar en la selección del candidato de uno de esos partidos.
En ambas consultas, según crónica de Cambio, están en juego intereses de largo plazo, más allá de las decisiones sobre candidaturas. Es obvio. Los resultados podrían determinar el rumbo futuro de ambos partidos. La consulta para el liberalismo será en particular más amplia, pues servirá también para seleccionar a sus autoridades locales y regionales. No obstante, la importancia de las consultas del 27 está primordialmente dada por la definición de los candidatos presidenciales del liberalismo y del Polo, y por lo que tales candidatos puedan representar para las posibilidades de la alternación. Estos deben ser los focos del debate.
Según las encuestas, en la consulta liberal Rafael Pardo les llevaría ventaja considerable en intención de voto a sus competidores, seguido de Cecilia López y Aníbal Gaviria. En la del Polo, Carlos Gaviria llevaría la delantera, pero Gustavo Petro le pisa los talones. La sola celebración de las consultas servirá para aclarar en algo el escenario de la oposición y darles mayor visibilidad a los candidatos seleccionados, quienes deberían pasar a ser los líderes de sus partidos.
Analistas como Francisco Gutiérrez Sanín y Alejo Vargas tienen razón al plantear la necesidad de abordar ya el escenario electoral bajo el supuesto de que Uribe será candidato. Podemos -y debemos- seguir señalando los vicios inconstitucionales del proyecto de referendo y los nefastos efectos de la eventual reforma para la democracia. Pero, como observa Gutiérrez Sanín, "también es útil mirar adelante". Y alrededor. Miremos, nos dice, las dificultades de articular propuestas alternativas en países donde han irrumpido líderes providenciales con ganas de perpetuación.
Gutiérrez Sanín sugiere tres líneas de acción frente al desafío. Que quienes aspiren a suceder al Presidente hagan un ejercicio de autocrítica. Que emprendan un "esfuerzo serio" para entender en qué acierta Uribe, "cuáles son las razones y raíces de su popularidad". Y que entiendan que solo con candidato único existirán posibilidades para la alternación.
Hay que liberarse de la lógica perversa del proyecto plebiscitario, romper la inercia que nos estaría conduciendo al callejón reelectoral. Las consultas del 27 de septiembre ofrecen oportunidades para que las voces de la alternación ganen debido protagonismo. Intensificar la deliberación. El gran interrogante es si en este proceso, y tras sus resultados, se podrá ir configurando el ambiente de convergencia que exige el reto de la sucesión presidencial, frente al empecinamiento de entronizar a Uribe en el poder.
Eduardo Posada Carbó
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