-Que sus países "subrayan que el cambio climático es uno de los grandes retos de nuestro tiempo" y que hay actuar para "estabilizar la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que prevega una interferencia antropogénica con el clima (...) por lo que el aumento en la temperatura global debería estar por debajo de dos grados centígrados". Para ello se comprometen a "cooperar para conseguir que las emisiones nacionales lleguen a su umbral máximo, lo antes posible". El acuerdo no incluye la concentración de CO2 necesaria -450 partes por milón- para ese objetivo, ni el año del máximo de emisiones, entre 2015 y 2020, según el IPCC, ni la necesidad de que las emisiones en 2050 sean la mitad que en 1990.
- Que los países desarrollados "se comprometen a presentar objetivos de reducción de emisiones antes del 1 de febrero de 2010". "Estas reducciones y la financiación a los países en desarrollo será declaradas, medidas y verificadas" por la ONU.
Los países en desarrollo podrá "implementar medidas de mitigación" de emisiones que comunicarán antes de febrero de 2010. Estas acciones serán objeto de "declaración, medida y verificación nacional" y cada dos años se comunicarán a la ONU. Habrá un sistema de "internacional de consulta y análisis bajo guías claramente definidas que aseguren que se respeta la soberanía nacional". Las acciones financiados con dinero internacional estarán sujetas a la supervisión normal de la ONU.
- "Los países menos desarrollados y las pequeñas islas podrán realizar acciones voluntarias si reciben apoyo".
Un acuerdo que ni siquiera es obligatorio. Y en el que no participa ni interviene Europa, salvo para firmar sumisamente. Falta ver cómo reaccionarán los líderes del Viejo Continente, cuando se decidan a enfrentar públicamente lo obvio: que el pluralismo, si existe, no los incluye a ellos.
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