En la cumbre de Unasur en Quito, tal como se esperaba, el mandril y el chimpancé gritaron contra Colombia. Pero al revés de los comentadores de prensa nacionales que hablan más con el deseo que con la lógica, la reacción de los demás mandatarios fué bastante moderada. Por ejemplo, Cristina Kirchner habló las bases militares de EE.UU. en Colombia que intranquilizan a toda la región, y criticó indirectamente el encendido discurso que había hecho el venezolano Hugo Chávez.
"Este problema no es militar, sino político", dijo, "se crea una situación de beligerencia en la región que nadie quiere".
Y apoyó la convocatoria a una nueva cumbre de presidentes para hablar del tema, en una reunión en que debería estar el presidente colombiano Alvaro Uribe. "Estaría encantada de recibirlos en Buenos Aires", dijo, tras una sugerencia del ecuatoriano Rafael Correa.
Hay que debatir el tema pero "sin discursos estridentes, flamígeros, porque las adjetizaciones nos hacen salirnos del objetivo", dijo, en lo que pareció una respuesta al extravagante discurso anterior de Chávez, quien mencionó la palabra "guerra" al criticar la instalación de supuestas bases militares estadounidenses en Colombia. En suma, que la argentina lo volvió a mandar a callarse, como ya lo hizo el Rey.
Cristina apoyó las palabras del brasileño Lula Da Silva, quien sugirió que la Unasur llame al presidente norteamericano Barack Obama para que defina su política en la región.
Pero además, para disgusto del mandril, la declaración final del encuentro no mencionó para nada el asunto, dejando con los crespos hechos a los analistas que desde el país pronosticaron el aislamiento del país, una posición que también han adoptado calenturientos corresponsales extranjeros.
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