Desde que en el New York Times, el diario más famoso del mundo, se descubrió que los periodistas también falseaban noticias y especialmente ensayos, el periodismo mismo quedó definitivamente afectado por la sospecha.
Los periodistas, por supuesto, siempre han mezclado la ficción con la realidad. A veces por razones estéticas, o de prestigio, o políticas, o por simple ambición. Siempre he pensado que si ese ensayista romano que fué Suetonio tenía sus inclinaciones políticas, los despiadados retratos que nos dejó de los Césares romanos, mucho se parecen a ciertos escritos de hoy sobre personajes que tampoco tienen oportunidad alguna de defenderse. En el reino de las "biografías no autorizadas" el historiador romano se habría sentido en su elemento.
El año pasado aparecieron en la prensa, incontables panegíricos de un periodista polaco, presunto maestro de maestros. Uno tiene que sentir cierta desconfianza cuando le hablan de una persona que trabajó para la agencia oficial PAP en la Polonia comunista, y que al mismo tiempo tuvo la posibilidad y la libertad para llegar a tan notable estatura profesional.
Ryszard Kapuscinski, en efecto, escribió con maestría y talento reportajes extraordinarios. Su reseña sobre el costo humano de la marcha al socialismo escrito en 1.955, impresionó de tal manera a los dirigentes polacos de ese tiempo, que lo autorizaron para ir de corresponsal a la India en 1.956.
Para la PAP cubrió 27 golpes y revoluciones. Estuvo en el Congo, donde, según él, los soldados belgas trataron de ejecutarlo y tras un angustioso viaje en bote a Zanzibar, tras el golpe de 1.964, y luego en Biafra, un grupo de bandoleros con machetes lo obligó a bañarse en gasolina.
Enfrentó la muerte otra vez tras el colapso del Angola portugués en 1.975, donde era uno de los pocos reporteros blancos. En América Latina, siguiendo la huella del Ché, sostiene que lo amenazaron con ejecutarlo como espía comunista. Según Kapuscinski lo salvó un chofer que embriagó al encargado de ajusticiarlo.
En Etiopía, fué uno de los pocos periodistas que entrevistó a los cortesanos del Emperador Haile Salasse, que fué destronado en 1.974. Kapuscinski usó sus encuentos para su exitoso libro El Emperador, aunque desde el primer momento ese texto se consideró por los críticos más cerca de la literatura que del rigor histórico.
En 1.976 lo picó un escorpión en el desierto de Ogaden en Etiopía y casi lo mata. Pero además sobrevivió a la malaria y a otras enfermedades tropicales. Y le quedó tiempo para un libro sobre la guerra entre Salvador y Honduras que él describió en La Guerra del Futbol, obra que contribuyó a convertirlo en una celebridad por su lírica forma de escribir.
Y parece que eso es lo que hizo: escribir poeticamente sobre cosas que nunca vivió. Tal es por lo menos lo que sostiene su amigo Artur Domolawski en "Kapuscinski, Non-Fiction", una biografía que se encarga de demoler los mitos que ese héroe del periodismo se inventó para narrarlos con un talento extraordinario e innegable, pero que en la misma dimensión lo ubican como escritor, y no precisamente como reportero.
Porque una de las cosas propias de estos tiempos en que no existe lo exótico, es que nadie puede crearse libremente sus propias leyendas personales.
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