jueves, 20 de marzo de 2008

Eutanasia activa

El triste drama de Chantal Sébire, la mujer que acaba de morir en Francia, seguramente ayudada por alguien, y quien sufría de un raro y terrible cáncer nasal ha puesto nuevamente en discusión el tema de la eutanasia, esta vez ante la prohibición que existe en Francia para aplicarla.

Ante todo es importante aclarar que Francia prohibe la eutanasia activa pero no la pasiva. En otras palabras, prohibe acelerar la muerte de la persona, pero no impide que, ante una enfermedad terminal particularmente dolorosa, se suspenda todo tratamiento o terapia que pueda prolongar la vida. El tema es ciertamente discutible, y en el caso de la señora Sébire, se complica con una consideración adicional: para el gobierno y la justicia francesas, su petición no era para aplicarle la eutanasia, sino para un suicidio asistido, y ello fué considerado jurídicamente imposible. La diferencia parece sutil, pero consiste en lo siguiente: si la petición se encamina a librar a la persona, con enfermedad terminal, de sus dolores y para abreviar su sufrimiento, se trata de eutanasia activa. Si lo que se alega es que en el estado actual de postración y desfiguración, la vida es indigna de ser vivida, se tratará de suicidio asistido.

Pero, con todo y lo discutible que ese planteamiento pueda parecer, lo que queda claro es que la posibilidad de la eutanasia se toma muy en serio en países donde la reflexión intelectual y jurídica es profunda, y no se le deja a los programas de televisión y radio dirigidos por locutores y comentaristas de farándula.

Y es que no se legisla para situaciones concretas, por trágicas y dolorosas que ellas sean. El legislador y la jurisprudencia deben establecer reglas generales de aplicación en abstracto, es decir, para todos los casos. Y es entonces cuando surgen inquietudes y temores con es el de abrir la puerta al uso expedito de la eutanasia que la convierta, por ejemplo, en una fácil salida para los familiares de la persona aquejada. Son estas las reservas que nunca aparecen en los debates en que prima la emoción, y no la reflexión.

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