jueves, 1 de enero de 2009

Un año que llega . . .

. . . y otro que se va, dice la canción. En los países que tienen estaciones, cada una de ellas es una ocasión de cambio y renovación; después de la dureza del invierno, la primavera es una luminosa alborada que se transmite al espíritu de la gente. El verano es la época de las playas y los romances. Y el otoño es la rentrée, con las nuevas obras literarias y los debates  de los críticos. Pero en donde no tenemos estaciones, sólo el año nuevo es la oportunidad del recomienzo. Siempre llegamos a él con esperanzas e ilusiones. Que tienen la desventaja de ser una actitud exclusivamente mental, sin el cambio en la naturaleza que aportan las estaciones. Por eso es apenas subjetivo, y como no es realmente una mutación de nuestro entorno, es fugaz como un espejismo.

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