Otra vez un jóven adolescente alemán ataca y mata a más de 15 personas. Y de nuevo la prensa europea, como lo muestran las primeras informaciones, centra el caso en el porte o la tenencia de armas de fuego.
A su vez, en Estados Unidos, como ya es costumbre, una persona, aparentemente un ex-policía causa también una matazón, esta vez de 9 personas.
Los europeos inmediatamente han reaccionado explicando que la causa de las dos episodio es, como se dijo, el libre acceso hacia las armas de fuego. Y parecen tener razón en ambos casos. El norteamericano no necesita explicación. Y en el alemán, se da la circunstancia de que padre del jóven tenía una colección de armas, lícitamente adquirida.
Pero siempre queda la pregunta. En este país es muy fácil procurarse un arma, así sea por medios ilegales. De manera que bien puede decirse que cualquier persona con un poco de imaginación, siempre encontrará la manera de lograrlo. Y, sin embargo, crímenes de la misma naturaleza que los que motivan esta nota, nunca ocurren aquí, y en general en América Latina. Es cierto, somos violentos y prestos a pelear con los demás, muy frecuentemente con resultados trágicos. La sangre caliente es una característica habitual del comportamiento de nuestra gente. Pero, insistimos, esas explosiones de furia incontrolable que se saldan con homicidios múltiples son muy extraños a nuestro temperamento. Hace unos veinte años un sujeto descontrolado causó en una pizzería de Bogotá una matanza de esa clase. Pero luego se descubrió que había estado en Vietnam con el ejército norteamericano. Había sido un muchacho hiperactivo ya en el Colegio y no es difícil creer que, como ocurre en muchos casos, la experiencia brutal de la guerra en Asia lo afectara profundamente. En otras palabras, su conducta no era típica de un hombre de aquí.
Hay que concluir entonces en que los crímenes múltipes y sin sentido son producto de sociedades avanzadas. Sociedades en donde los controles sociales son extremadamente fuertes y represivos del comportamiento espontáneo, y dan lugar, en muchos casos de personas sensibles a profundas frustraciones personales que desembocan a veces en explosiones incontrolables de odio y resentimieto.
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