* Los reinados de belleza son una de esas aberraciones bien extrañas que el mundo mantiene. Claro, se trata de una estrategia puramente comercial. Pero para algunos países, en especial Venezuela y Colombia, es una cuestión de la mayor importancia.
En el primero de los dos países hay toda una empresa dedicada a preparar a las "beldades" para que el país conserve su tradición como el mayor ganador de concursos internacionales. Las jóvenes son preparadas, diseñadas, operadas, reconstruídas y acondicinadas para los llamados certámenes de belleza, como lo exigen las firmas de cosméticos que son los principales patrocinadores del los eventos.
En Colombia hay una situación no tan diferente; también existen los y las diseñadoras de figuras y rostros, debidamente complementada por un círculo de modistos y modistas y peinadores extravagantes, en busca de los mismos objetivos, aunque con menos técnica y dinero que los vecinos. Y un componente adicional: la esperanza de que las reinitas departamentales provengan todavía, como hace cincuenta annos de los estratos más ricos y "altos" de la población, aunque ya no sea así, pues ahora "reinan" las clases emergentes y los dineros recientes de orígen más o menos indeterminado.
Pero siguen existiendo las severas exigencias de comportamiento que existían hace medio siglo: las "niñas" no pueden haber posado ni siquiera en "ropa interior"; uno de los rubros más notablemente fabricados en el país. Como quien dice, deben mantener la impresión de que, a pesar de desfilar semidesnudas, siguen conservando su candorosa y virginal virtud como era in illo tempore.
Y lo más extraordinario, es que toda esta extravagancia ocurre en un país de viudas, huérfanos y desplazados, algunos de ellos acampando a pocos metros, como una muestra brutal de una sociedad insensible y cínica.
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