Afirman que Antanas Mockus se declaró más o ménos maestro del auto-gol. Y lo cierto es que sólo la ilusíon de muchos colombianos de ver un cambio en el manejo del Estado, pudo explicar que se volcaran muchos de ellos en favor de la candidatura del inclasificable profesor.
La política es un arte de seducción. Hay que convencer a las gentes de que uno tiene unos encantos especiales que justifican que ellas se lancen a nuestros brazos y nos encarguen su destino por los próximos años. El problema es que la seducción se vale del engaño y el disimulo. Los juristas saben que el matrimonio es el único contrato que no se puede anular por haberse obtenido el acuerdo dolosamente. Porque hay dolo de parte y parte.
Sería formidable que la conquista de los electores se pudiera hacer en un proceso presidido por la verdad y la sinceridad. Pero eso no gusta, ni en el amor ni en la política. De la misma manera que un aprendiz de seductor no puede empezar confesándole a su amada todos los defectos que tiene, porque fracasará estrepitosamente, un político no debe hablarle al pueblo de las dificultades que lo esperan, o limitar sus proyectos a lo estrictamente posible o realizable. Además de ello debe ilusionar a la gente pintándole un futuro al menos moderadamente venturoso. Si no lo hace, perderá irremediablemente.
A las gentes en la política, como en el romance, les encantan las palabras seductoras. Esto es cierto aún en los países más avanzados en los que, al contrario de lo podría suponerse, el carisma del candidato tiene una importancia excepcional en esta era de prevalencia mediática.
Antanas Mockus no sabe eso ? o, por el contrario, siempre lo supo, y como siempre supo que no tenía la menor posibilidad de ganar las elecciones presidenciales, prefirió construirse una especie de monumento en aras de las propuestas irreales ?
En realidad no es una mala táctica: David luchando contra el Goliat de las maquinarias políticas y sabiendo, esta vez, que no tenía honda alguna para ganar.
1 comentario:
necesidad de comprobar:)
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