_ Una decisión del tribunal de Estrasburgo ha condenado recientemente a Italia por permitir los crucifijos en las escuelas. La sentencia no es de obligatorio cumplimiento, pero ha causado la imaginable sensación en el país.
Y es un buen pretexto para hacer algunas reflexiones al respecto. La opinión del tribunal puede interpretarse de dos maneras distintas: por un lado, es una medida encaminada a fortalecer el carácter laico de las sociedades europeas. Por el otro, es una ofrenda al radicalismo musulmán. Personalmente me quedo con esta segunda interpretación; al fin y al cabo, la conducta reciente de los europeos no ha sido precisamente valerosa frente a los desafíos islámicos.
Pero entonces, -que va a pasar con la tradición cultural ? será entonces que no se podrá llevar a los niños a los museos, llenos madonnas e imágenes de jesús crucificado, y de todo el reláto evangélico cristiano, porque pueden resultar ofensivos o violatorios de los derechos de los niños argelinos o marroquíes ? Esos cuadros y esculturas que forman parte del ancestro artístico de Italia, Francia, España, Alemania etc. etc., tendrán que ser escondidos como agresivos y desafiantes de otras religiones y culturas ?
En cuanto a los ateos, pues esa es una posición perfectamente respetable. Quien no crea que Dios existe o se considere simplemente agnóstico, será que se tiene que sentir ofendido por los crucifijos ? Me imagino que su escepticismo no tiene porque oponerse a lo que al fin de cuentas no representa nada para él. Y en cuanto al valor artístico, nada tiene que ver, por ejemplo la belleza de la Capilla Sixtina y el genio de Miguel Angel, o el cuadro de cristo crucificado de Salvador Dalí, con la real o imaginaria existencia de Dios, y mucho menos con la certeza íntima de su carácter ficticio.
Ahora se habla de ateismo militante por adalides como Richard Dawkins. Pero un ateísmo militante, no es una especie de religión a la inversa ?
Cosa distinta es cuando detras del ateismo lo que existe es anticlericalismo puro y simple, u odio o antipatía a las Iglesias y a su historia y su papel en ella, lo cual, por más trasnochado que pueda parecer, mientras se mantenga en el plano puramente intelectual, tampoco significa otra cosa que una convicción personal. Y tiene su lado positivo para la causa que pretende combatir. Porque el problema del cristianismo hoy en día no es que tenga enemigos, lo cual es al fin de cuentas una manera de mantenerse vigente, sino la indiferencia, que es lo que verdaderamente constituye la peor de las amenazas que lo desafían porque es el verdadero camino a la extinción.
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