viernes, 14 de septiembre de 2007

Estado-papa

Según parece, la huella de las instituciones sociales se transmite de generación en generación, aunque esas instituciones hayan dejado de existir por siglos. Los latinoamericanos, formados en las instituciones indígenas todavía conservan el síndrome del cacique. Por eso nuestros presidentes son mirados como los altos jefes emplumados y no como funcionarios públicos encargados de labores y funciones oficiales por un mandato popular al que deben responder. Los franceses, que no han entendido nunca las peculiaridades de este sub-continente, aciertan sin embargo, cuando distinguen entre el régimen presidencial y el del que llaman "presidencialismo'; éste último sería una especie de sub-clase artesanal del primero, más parecido al caudillismo que a la institución nacida en Estados Unidos.
El Estado, por su parte, es una especie de gran papá que tiene la obligación de tratarnos como a hijos necesitados. Es curioso que haya en ello cierta similitad remota con la noción social-demócrata del "estado de bienestar". Pero nuestra concepción es muy diferente: no se trata del Estado-aparato administrativo dispensador de servicios a los que tenemos derecho sino de un benefactor paternal que nos debe cuidar como a sus hijos. Y lo mismo que un padre desnaturalizado, el Estado que ciertamente no cumple ese papel, es mirado con resentimiento y amargura: es como el padre que prefiere a alguno o algunos de sus hijos y no a nosotros. Esa realidad es la que se le escapa a los estudiosos europeos y americanos que, por ello, no logran nunca entender las peculiaridades de nuestra vida política.

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