Obama habla de "puertas abiertas" para luego comprometerse a un diálogo con el poder que "emergerá del tumulto, cualquiera que sea". La posición moderada del presidente y su negativa a sostener abiertamente a los opositores está calculada de manera que "impida que el régimen iraní haga recaer la responsabilidad de los problemas en la CIA o en la Casa Blanca". Lo que sin embargo, no ha evitado que el ministro del interior iraní, acuse a la agencia de inteligencia americana de haber financiado a los revoltosos. La posición circunspecta de Obama tiene más bien por destinatarios a sus conciudadanos a quienes les quiere transmitir una especie de imágen de "firmeza".
Pero lo cierto es que el presidente está en una difícil posición, condenado a quedar como espectador impotente ante los acontecimientos en irán, corriendo el riesgo de que se lo tache de responsable de la situación.
De allí la retórica de adaptarse a los acontecimientos, procurando no modificar la estrategia, lo cual demuestra que a pesar del discurso enérgico, Obama tiene muy pocos medios para presionar a los clérigos iraníes.
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