lunes, 9 de febrero de 2009

Los treinta años de la revolución persa

Iran conmemora  los treinta años de su revolución. Cuando el Ayatola Jomeini dió al traste con el gobierno del Sha Mohamed Reza Pahlevi, el mundo vió el nacimiento del fundamentalismo islámico barrer con el empenachado emperador que pocos años antes había celebrado las glorias de su dinastía en una ostentosa fiesta de 20.000 invitados que él presidió desde el Trono del Pavoreal, y en la que nadie imaginó que era en realidad el preámbulo de la caída.

El Sha trató de convertir a su país, esencialmente rural en una sociedad urbana moderna y occidentalizada, quizás a la manera como Kemal Ataturk había hecho en Turquía, liderando una revolución desde arriba. Pero infortunadamente para él, el intento fué excesivamente acelerado, y su efecto, el contrario. La occidentalización del país produjo el rechazo generalizado de una sociedad que veía desafiados los mandatos del profeta en favor del materialismo grosero de los infieles, y que se vió representada e interpretada por el airado  e iluminado ayatola Jomeini y sus seguidores.

Además, el Sha era al mismo tiempo que un reformador imprudente, una especie de gran policía al servicio de los Estados Unidos. Y ello ofendía el nacionalismo persa que empujó a los intelectuales y a la izquierda a una inverosímil alianza con los rebeldes religiosos. Como siempre, los recién llegados pensaron que, una vez deuesto el emperador, podrían desembarazarse de Jomeini. Pero también, como siempre ocurre, fueron ellos quienes resultaron jugando el papel de idiotas útiles.

Lo que siguió fué la dictadura, el fanatismo y el fundamentalismo; del cual todavía no ha salido el país.

Los partidarios y afectos a la revolución reconocen que nunca se logró lo que esperaban. Pero también alegan que bien que mal, y paradójicamente, Irán es hoy una sociedad que evolucionó hacia lo urbano, aún en medio de las limitaciones que le impone el dictado del poderoso estamento religioso, precisamente lo que el Sha no pudo lograr.

Por eso, en medio de la nostalgia por los sueños que fueron, quienes apoyaron la utopia revolucionaria hoy celebran los treinta años pensando que no todo el esfuerzo se perdió.

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