domingo, 5 de julio de 2009

Donde no hay libertad de expresión.

∆- Los teóricos del liberalismo filosófico pensaban que el fundamento de la libertad de expresión era que todos los ciudadanos pudieran expresar sus ideas en el dialogo nacional del cual debían salir natural y habitualmente las orientaciones de la voluntad general para alcanzar la felicidad y el progreso de la sociedad. De ese gran propósito nacional debería desprenderse el postulado lógico de que la libertad de expresión no debía desperdiciarse en ideas o planteamientos irrealizables, innecesarios o inútiles; y mucho menos se justificarían las ideas necias, perturbadoras o peligrosas.

Pero más tarde, lo que era apenas una libertad que debía garantizarse negativamente, es decir, sin propiciarla o intervenir en ella, se convirtió en un derecho exigible. Y cuando la prensa se convirtió en el cuarto poder, la libertad de expresión se confundió con la libertad de prensa de modo que los periodistas pasaron a reclamar un derecho a intervenir en la vida social, ya no aportando ideas al diálogo nacional, sino publicando noticias e informaciones, bajo el prisma de su libre expresión.

Paradójicamente, hoy es más difícil decir lo que se piensa y reclamar respeto para ello en nombre de la libre expresión. La dictadura de lo políticamente correcto se ha vuelto cada vez más opresiva. Incluso en Estados Unidos, donde la libre expresión está garantizada en la Constitución, hoy hay que ser muy cuidadoso con lo que se dice.

En Europa, la experiencia de las guerras y exterminios del siglo pasado, en especial la barbarie nazi han dejado el lastre de una libertad recortada en relación con las personas y las ideas que encarnaron esos desastres. Cualquier referencia favorable al nazismo es delito. Mientras que aquí es posible encontrar en cualquier librería a "Mi Lucha", la delirante obra de Hitler, en Europa la sola idea de imprimirlo es ya castigada severamente. Hace poco una película, "La Caída" mostraba los ultimos dias del dictador alemán, sin concesiones ni benevolencia. Pero cometía el error de hacerlo aparecer mostrando cierta delicadeza y aún ternura hacia su secretaria. Eso bastó para que los grupos judíos denunciaran lo que interpretaron como un sesgo favorable que convertía a Hitler como un ser humano; algo que para ellos es inaceptable.

Bernie Ecclestone , el patrón de la Fórmula I es un admirador de Hitler. Defendiendo al Presidente de la Federación Internacional del Automóbil le ha dicho al Times que la dictaduras son buenas a veces, en tanto que la democracia puede resultar perjudicial. Y ha agregado que Hitler fué muy eficaz en sus propósitos, lo mismo que Saddan Hussein; para colmo de escándalo ha elogiadoigualmente la dureza de los Talibanes , agregándo, en este último caso, que lamenta que hayan sido sacados del poder.

Obviamente se trata de las afirmaciones de un hombre imprudente y seguramente inculto. Pero la reacción ante ellas demuestra los límites de la libertad de expresión en Europa.

En contraste, nadie iguala a los americanos en la capacidad para decir disparates libremente, y esa libertad está garantizada constitucionalmente. Al extremo de que se puede insultar a la bandera sin que ello constituya infracción alguna. El límite lo definió un magistrado de la Suprema Corte cuando dijo que nadie podía gritar fuego, en el interior de un teatro.

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