Un cronista nacional dijo un día que al Presidente de los Estados Unidos, el hombre más poderoso de la tierra, lo deberían elegir todos los habitantes del planeta y no solo los americanos. Es lo que comenta ahora The Economist, con su tradicional humor inglés. De acuerdo con una encuesta del diario Guardian, los británicos apoyarían a Obama por un asombroso márgen de cinco a uno sobre McCain. El Pew Research Center informaba el mes pasado que, en cada uno de los principales países europeos, por lo menos el doble de personas confiaban más en Obama que en su rival. Como dice la revista, en otras partes las cosas son más matizadas, pero de méxico a la China y de Rusia a Australia, los extranjeros están firmemente en el campo del candidato negro.
Pero hay razones por las que deberían ser más cautelosos, según The Economist. Maravilloso orador y un estratega electoral competente como puede serlo, el señor Obama no ha derogado las leyes básica de la política. Porque puede que no gane. La firma de encuestas Rasmussen estremeció la maquinaria de Obama la semana pasada mostrando a los dos candidatos empatados, y los analistas están de acuerdo en que la ventaja de que disfrutó al superar a Hillary Clinton fué pequeña y fugaz. Y aunque todavía tenga una pequeña ventaja, las opiniones en su tierra son muy diferentes a las que tiene el resto del mundo.
Por otra parte, Un Presidente Obama no tiene que responderle al mundo que tanto lo adora. El Presidente es elegido por la gente más ambivalente de norteamérica, y sólo les rinde cuentas a ellos. Y sus poderes están fuertemente constreñidos por el Congreso, que está aún más inmediatamente controlado por su electorado.
Por último, Barak Obama parece tener una peligrosa tendencia a adecuar más allá de lo normal su mensaje al electorado de que se trate. Todos los políticos lo hacen, desde luego. Pero el ritmo a que lo hace Obama es un verdadero pasodoble. Es lo que se muestra en sus constantes variables sobre un retiro de tropas de Irak que él mismo propuso. O en el caso del NAFTA, el tratado de libre comercio con México y Canadá, frente al cual también ha cambiado más de una vez sus posiciones. Y eso no les gusta a los electores como lo demuestra precisamente el repunte de Mc Cain; algo que aquó preveíamos.
Y no está de más recordar cómo la inmensa mayoría de los europeos, especialistas en recomendarle a los americanos, por quién deben votar, la última vez que lo hicieron, Kerry, su favorito, quedó en el camino superado por Bush. Por último, la hipótesis de los europeos eligiendo un presidente para Estados Unidos, tampoco parece muy prometedora si uno pinsa en Rodriguez Zapatero, en Brown o en Berlusconi.
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