Desde que llegó al poder dió muestras de que estaba decidido a cambiar la sociedad española. Se metió con la Iglesia, apoyó el matrimonio entre homosexuales y otras tantas iniciativas que difícilmente hubieran tenido eco en países con mayor trayectoria democrática. Trató de convertirse en líder de una alianza europea que incluyera a Turquía y hostilizó a los norteamericanos. Inquietó a los italianos al pronosticar que pronto España superaría a su país en el plano económico. Se convirtió de esa manera en el personaje más popular de la izquierda democrática europea, aunque no logró más que una condescendiente pero escéptica consideración entre los demás líderes del continente.
Pero en toda esa escenificación confiada y desdeñosa, al Presidente del Gobierno se le olvidó que la economía tiene sus reglas y no se puede descuidar; que a ella no le hacen efecto las actitudes y las poses populistas. Y ahora que han llegado las vacas flacas, no tiene fórmulas de seducción para conquistarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario