+ Se nos venía diciendo que el Ejército había sido objeto de reformas fundamentales que lo habían hecho más serio, responsable y profesional. Y teníamos confianza en que así era. Las recientes victorias en la lucha anti-guerrillera nos venían confirmando esa impresión satisfactoria. Pero entonces vino el asunto de los jóvenes reclutados en Soacha, que después aparecieron muertos en Santander en un supuesto enfrentamiento del Ejército con la guerrilla. Y las afirmaciones de sus parientes de que se trataba de inocentes sacrificados en extrañas circunstancias se fué fortaleciendo. Ahora se dice que oficiales en complicidad con sujetos encargados de una actividad tan horrible como brutal, llevaban a esos jovenes para matarlos y hacerlos aparecer como "falsos positivos" que impulsarían la carrera de los comprometidos en las Fuerzas Militares.
De ser cierta, es una noticia desalentadora. Porque muchos hemos tenido, desde hace tiempo, la idea de que muchas de las acusaciones contra los militares son parte de la guerra informativa montada en el exterior por los enviados de los grupos guerrilleros y respaldada, a sabiendas o ingenuamente por algunas ONG. Ahora resulta que esos grupos tienen razón y que al lado de la lucha legítima se mueven criminales uniformados y traidores que manchan la dignidad de toda la nación e irrespetan cobardemente la memoria de quienes murieron con valor en la lucha.
Hay que confiar en que semejantes delincuentes serán desenmascarados y sometidos a los peores castigos, porque nada justifica que los derechos humanos sean pisoteados por ambición y mezquindad.
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