Gabriel García Márquez siempre se ha negado a utilizar su prestigio para lanzar críticas a los gobiernos colombianos desde el exterior. Y esa actitud noble la ha sostenido a pesar de sus evidentes discrepancias ideológicas con muchos de esos gobiernos a lo largo de muchos años.
Una actitud que constrasta con la de esos políticos -y políticas- que convierten los escenarios internacionales en sonoros púlpitos para denigrar de las instituciones nacionales, y luego clamar inocencia cuando regresan al país.
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