viernes, 20 de junio de 2008

La Europa de los Derechos

Cuando Donald Rumsfeld se refirió despectivamente a la "Vieja Europa" opuesta a la invasión a Irak, un coro indignado de protestas recorrió el mundo. Otra vez los americanos con su pregmatismo brutal y elemental pretendían que los problemas se resolvían simplemente con el recurso a la fuerza bruta pasando por encima de la diplomacia de las Naciones Unidas, y de las conveniencias de la paz mundial.

Y fueron muchos los que, profundamente ofendidos, defendieron la la Vieja Europa en nombre del legado de cultura, y de progreso de la condición humana que ese continente le ha aportado al mundo.

No se puede negar que el Estado-Providente que se estableció, al menos en Europa occidental después de la Segunda Guerra Mundial ha sido un éxito, al menos en el plano del progreso material. Ha resuelto las necesidades básicas de la vida de sus ciudadanos y sus sistemas de seguridad social y educación ha sido ampliamente satisfactorio. El hecho de que nuevas dificultades hayan venido apareciendo no quita que Europa haya sido un buen suceso en el avance de los derechos y las condiciones de vida de sus ciudadanos.

Pero no hay que olvidar que hace apenas algo más de 60 años Europa estaba envuelta en una guerra que produjo el mayor número de muertos de la historia. y que antes de esa guerra el continete era el escenario de las ideologías más brutales y de las lacras intelectuales más vergonzosas de la humanidad. Y es ingenuo creer, como lo han venido haciendo los entusiastas del legado europeo, que esas tendencias y esas ideas hayan desparecido sin dejar huella.

Es en ese contexto que se explican las decisiones recientes contra los inmigrantes. Europa olvidó que, como lo recordó alguna vez Gabriel García Márquez, los europeos llegaron aquí, y fueron a africa y a Asia sin que nadie los detuviera, disparando tiros y matando gente durante siglos. 

Y es que los viejos demonios no han desaparecido, sino que estaban apenas medio adormilados.. Detrás de las implacables directivas están el desprecio y la soberbia de las pretendidas razas superiores y de las culturas seudocivilizadoras. 

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