Es increible como las diferencias nacionales establecen distancias remotas. Salir brevemente del país, al otro lado de la frontera, le permite a uno escapar por unos días de la histeria colectiva orquestada por esa cohorte de alharaqueros irresponsables que son los "grandes" medios de comunicación. Y ver las cosas, así sea por unas fugaces horas, con un poco de más ecuanimidad. Y entonces uno confirma la impresión de que, deteras de ese drama que se presenta en medio de un clamor estertóreo, no hay otra cosa que coreografía mediática. Y la sensación de confirmarlo, tiene, infortunadamente por poco tiempo, un efecto balsámico sobre el espíritu.
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