Era 1.974 cuando un personaje importante de la ciencia colombiana, el Dr. Joaquín Quijano Caballero se dirigió al entonces Ministro de Comunicaciones, Caslos Holguín Sardi para proponerle que Colombia pusiera un satélite sobre uno de "sus" espacios en la óbita geoestacionaria para resolver sus problemas de telecomunicaciones.
Lo que el famoso "clavelito" revelaba era que la órbita geoestacionaria pasaba sobre Colombia. Esa órbita es la única donde se podía poner satélites que giraran a la misma velocidad de la tierra, de manera que se mantenían en el mismo punto con relación a ella, permitiendo enviar señales que al regresar al planeta permitirían ser captadas desde cualquier parte del territorio nacional, eliminándose de esa manera la colocación de múltiples y costosas estaciones repetidoras.
Para el Dr, Quijano Caballero, los espacios sobre la órbita geoestacionaria eran un verdadero recurso nacional sobre los cuales era necesario ejercer soberanía en los términos del derecho internacional, es decir mediante la posesión actual y efectiva. Y esa soberanía se ejercería adquiriendo un satélite y contratanto su puesta en órbita por alguno de los países que contaban con la tecnología necesaria.
La iniciativa encontró eco en el Ministro, y se iniciaron los estudios para implementarla. Pero vinieron los gobiernos sucesivos y el tradicional "parroquialismo' de nuestros líderes hizo que el propósito se ahogara. El punto culminante del fracaso se dió en el gobierno del inefable Belisario Betancur, el mismo que fué incapaz de comprender la importancia del Mundial de Futbol que el país debió haber hecho en 1.986 y al cual se renunció para no comprometer la "plata de hacer hospitales", que de todos modos jamás se construyeron.
Ahora han vuelto a hablar de poner el satélite. Pero ya los espacios de la órbita no pertenecen a nuestro espacio soberano. Ahora tenemos que pedir permiso para hacerlo. . . . Si lo hacemos.
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