miércoles, 14 de mayo de 2008

Austria, un país peculiar

Al que no quiere caldo . . . Otro Austríaco aparece llenando las páginas de la prensa sensacionalista europea al confesar que asesinó a cinco personas de su familia. Otro acontecimiento para enloquecer a los habitantes de la república transalpina que ya andan angustiados por la mala imágen que están proyectando por estos días.

Austria es un caso !!, como decían antes los muchachos. Y es que si hay un país que uno puede mirar con desconcierto, es esta nación, cuya historia reciente constituye un verdadero enigma. Anexada al Reich alemán por Hitler, (que además era de allá) en 1.938 con todo el apoyo de la población, que autorizó la anexión en un plebiscito abrumador, pasó a formar parte de la Grossdeutschland de manera integral. De su territorio fueron algunos de los jerarcas nazis y durante la guerra aportó lo suyo al estado hitleriano frente a los aliados.

Pero cuando sobrevino la derrota alemana, sucedió lo inesperado: los vencedores decidieron, de forma incongruente, que Austria no había sido parte del III Reich sino su "víctima". Fué una decisión completamente política, es decir, interesada. El resultado fué que los austríacos nunca tuvieron que pagar la pesada deuda moral que todavía soporta Alemania por los crímenes nazis. Y como no hubo "desnazificación", Austria se ha dado el lujo de coquetear con la extrema derecha desde el final de la guerra, que le reconoció la condición de república federal. Cuando se descubrió que Kurt Waldhaim, ex-Secretario General de la ONU había sido oficial del Ejército, los austríacos respondieron eligiéndolo Presidente de la República. Además se metieron en una coalición entre los social demócratas y el Partido de la Libertad del führer de la extrema derecha Jörg Haider, lo que les valió una sanción de siete meses por la Comunidad Europea. Solo entonces volvieron al redil.

Pero, en medio de todas esas andanzas, o tal vez como parte de ellas,  Austria muestra también su condición de país provinciano y parroquial: le aterra la imágen, siempre que no se refiera a lo político sino a lo penal. Es por eso que se pone histérica cada vez que alguno de sus ciudadanos hace alguna cosa delictiva y bárbara. Lo que sucede a cada rato.

Y uno termina por no saber si lo que angustia a los austríacos es la capacidad de su gente para hacer barbaridades, o para obscurecer su particular idea de la imágen nacional.

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