jueves, 29 de mayo de 2008

Sobre deporte y educación

Se supone que el deporte debe educar. Los americanos sostienen que el béisbol es un juego que enseña a concentrarse porque su desarrollo es más lento, debiberado y reflexivo por ejemplo, que el fútbol soccer, cuya trámite es más instantáneo y explosivo, al menos cuando hay anotaciones. Por lo demás, ellos consideran a éste último un juego aburrido en el cual esas anotaciones suelen ser muy pocas. Y lo peor, un partido puede terminar sin un ganador, lo cual para el espíritu americano es absolutamente extravagante: tanto esfuerzo DEBE producir la victoria de uno de los participantes, porque, de lo contrario, será una inversión de entusiasmo, vigor y energía completamente perdidas.

Por otra parte, los Estados Unidos han elevado los enfrentamientos deportivos que aman, es decir, el fútbol de ellos, el béisbol y el basquetbol, a la condición de grandes ceremonias litúrgicas en las que los oficiantes son acolitados por hermosas mujeres, las cheerleaders, y fervorosos fieles en impresionantes multitudes. Es una celebración que no es igualada o apenas superada por la apertura de un mundial de fútbol, del nuestro. Y se supone que esa ocasión es educativa porque es la celebración del espíritu de combate, tan caro a la sociedad capitalista.

Es posible que tengan razón. Pero en los países donde el Futbol Soccer es el deporte favorito, es decir, el resto del mundo, él parece tener  una función diferente. En los países  muy ricos es un placer casi exclusivamente disfrutado por los sectores más pobres de la sociedad, ya que las clases más altas no se interesan por él; incluso lo miran con cierto desagrado. Entre nosotros no se llega a esos extremos ya que, como lo dice algún spot publicitario, el fútbol es una pasión nacional, y el "fanatismo" es patrimonio de todas las clases sociales, no importa que, como ocurre incluso en toda latinoamérica, la práctica profesional sea uno de los cauces de promoción de los jóvenes pobres.

De todos modos, el deporte tiende a ser hoy lo que fué la religión en otros tiempos. Nada convoca a tanta gente en el mundo. Cuando Zidane le dió el célebre cabezaso al jugador italiano, su gesto fué visto simultáneamente por mal de mil millones de personas. Pero los especialistas en educación no parecen haberse dado cuenta. 

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