La prensa colombiana, siempre imaginativa, resuelve decirnos que el largo periplo del Presidente electo por Europa indica un cambio de orientación en la política exterior del país: ya no serían las relaciones con Washington el verdadero eje de esa política, sino que ella se inclinaría hacia el Viejo Continente.
La idea es, por supuesto, refrescante, pero como pasa con los helados granizados, carente de toda substancia. Las posibilidades de una relación diplomática ventajosa con Europa son pocas. Ellos, los ricos, prefieren establecer relaciones fructíferas y proteger a sus ex-colonias. A nosotros escasamente nos tocan los españoles, que tienen sus propios problemas, entre ellos convencer a los europeos que son de los mismos. Pero como no lo han logrado, tampoco los pueden convencer de que nos apoyen.
Y luego, hay una realidad, así les moleste a muchos: somos un país con demasiados compromisos con los EE. UU. para andar pensando en diplomacias alternativas.
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