No hay muchas diferencias en la forma como los europeos han recibido el campeonato de España: para empezar, el despliegue de la prensa no es muy entusiasta. Todos los periódicos más importantes parecen más interesados en el beso de Casillas a su novia, la reportera Sara Carbonero, que en la imágen del Campeón.
Pero para el gobierno de Zapatero, enrredado en un confuso cuadro de economía vacilante, catalanes furiosos, sindicatos indignados, metro en huelga y populares agresivos, el campeonato debe ser como un bálsamo calmante y adormecedor.
Pero claro, los bálsamos aplacan el dolor y el malestar, pero no lo curan.
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