La burbuja del arte contemporáneo, comenta Prospect, está a punto de reventar. Ya exhibe todas las notas clásicas de la burbuja del Mar del Sur en 1.720, o de la locura de las amapolas en 1.630. Esta ha sido la burbuja de las burbujas, balanceándose precariamente por encima de otras burbujas como las del crédito, vivienda y commodities, pero inflándose más dramáticamente que todas ellas. Mientras que los precios de las casas en Gran Bretaña se demoraron seis años para duplicarse a principios de este siglo, el arte contemporáneo lo hizo entre 2.006 y 2.007. (En ese mismo período los Viejos Maestros aumentaron solo un 7.6% y los acuarelistas británicos de los siglos XVI a XIX perdieron valor.) El Arte Contemporáneo en las economías emergentes, se portó aún mejor. El valor de sus ventas en China se incrementó en el 983% en un año (2.005/6). En Rusia subió 2.365 por ciento en cinco años (2.000-2.005) mientras que las acciones del mercado "solo" ascendían un 300 por ciento.
Ni siquiera esos números reflejan los desbordados incrementos en el valor de las obras de los artistas más buscados. El pintor chino Zhang Xiaogang vió sus obras encarecerse 6.000 veces, desde mil dólares hasta seis millones (1.999-2.008); el americano Richard Prince subio de 60 a 80 veces (2.003-2.008). El pintor alemán Anselm Reyle era relativamente desconocido en 2.003, y una obra suya se podía comprar por unos €14,000. Hoy tiene un estudio con 60 asistentes, produciendo obras de €200,000. Cualquier cálculo sobre las cifras que representa el mercado contemporáneo es impreciso, aunque el ejecutivo de Christie, Ed Dolman estimaba recientemente que su crecimiento puede haber pasado desde 4.000 millones anuales a una suma entre 20 o 30.000 millones en los últimos ocho años.
Pero esta burbuja se está desinflando. La participación de Sotheby ha perdido tres cuartos de su valor desde el año pasado, cayendo desde los 57 dólares en Octubre de 2.007 a 9 dólares a principos de Noviembre, -cerca de su mínimo de 1.980, que fué de $ 8.- La última ronda de remates de arte contemporáneo en Londres, salió mal. En Octubre, la venta de Phillips de Pury solo obtuvo 5 millones de libras, una cuarta parte del mínimo estimado; en Christie casi la mitad de los lotes no se vendió; y un aire de ominosa niebla aparece sobre la feria de arte de Frieze. Los corredores Matthew Marks e Iwan Wirth alegaron haber llegado a grandes acuerdos, pero la verdasd seguramente es muy distinta. Se dijo que un importante galerista de Nueva York afirmó haber vendido muy pocas obras y un destacado vendedor alemán no pudo colocar ninguna.
Algunos vendedores han criticado la pobre calidad de las obras que se ofrecen en Londres. "Esperen a Nueva York a mediados de noviembre" dijo uno de ellos, " y verán que el mercado aún se comporta bien". Pero Nueva York no fué diferente. Lo cual no debería causar ninguna sorpresa. Si uno quiere mirar al mercado como una empresa puramente comercial, en lugar de una en la que la calidad estética tiene importancia, entonces el boom del arte contemporáneo tiene todas las características de una clásica burbuja invesionista.
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En su libro , Manias, Panics, and Crashes, Charles Kindleberger comentaba que las manías comienzan típicamente con un "desplazamiento" que excita el interés especulativo. Una de ellas puede centrarse en un nuevo objeto de inversión o por el incremento de rendimientos de inversiones ya existentes. Luego viene una retroalimentación porque el alza en los precios estimula a invesionistas menos experimentados a entrar en el mercado. Después, mientras la manía agarra a las personas, la especulación se hace más difusa y se extiende a otro tipo de valores. La atracción de los valores se crea a una mayor velocidad tomándo ventaja de la euforia y los inversionistas tratan de incrementar sus ganancias comprando aún más valores. Al final el crédito se extiende, y el fraude prolifera hasta que la manía termina en pánico cuando los inversionistas tratan desesperadamente de liquidar sus pertenencias.
El mercado del arte se ha adherido de manera asunstadora al modelo de Kindleberger. Hacia 2004 era claro que había en camino un boom en el arte contemporáneo ("The price of art," Ben Lewis, Prospect, Octubre 2004.) En el show Armory, la feria que marca las tendencias del arte contemporáneo, los marchantes vendieron 43 millones en cuatro días, o sea el doble que el año anterior. Hubo enormes incrementos en los precios de las subastas también. Una escultura de 1.996, mostrando un caballo de peluche colgando del cielo raso, por el ingenioso artista italiano Maurizio Cattelan se vendió por 2 millones en una subasta en mayo de 2.002. Se había encarecido diez veces en dos años. Las pinturas de Gerhard Richter se cuatriplicaron en valor entre 2.000 y 2.004. Todavía en ese entonces, los compradores estaban pagando entre 1 y 3 millones por obras de Hirst, Warhol, Basquiat o Koons. Ahora esas sumas parecen curiosas y hasta pintorescas: el año pasado un Koons llegó a los 23 millones, un Hirst a 20 millones y un Basquiat, a 15 millones.
El momento del "desplazamiento" fué determinado por la emergencia de una clase global de nuevos ricos. Esos millardarios, que probablemente nunca habían comprado sino baratijas, se volvieron hacia la cración artística. Querían coleccionar arte contemporáneo, en parte porque les gustaba, en parte porque era un símbolo de status, en parte porque las obras de los grandes maestros estaban en los museos, y en parte porque parecía ser una sólida inversión.
El camino fué trazado por gente como Charles Saatchi y los Rubells, magnates inmobiliarios de Miami. Saatchi creó una marca en los 90 que otros han tratado de copiar -compró las obras de artistas jóvenes y estableció un museo para exhibirlas o las alquiló a museos establecidos, usando luego a los medios para mostrar el interés que esas presentaciones causaban, para vender parte de la colección en subastas con precios inflados. Parte de las utilidades se reinvertirían en obras de nuevos talentos. El famoso show de Saatchi "Sensation" demostró que esta forma de especular era una gran manera de aparecer como el gran árbitro del buen gusto. Otros adoptaron un estilo más práctico para inflñuir en el instinto de los coleccionistas. Amy Capellazzo, co-directora del departamento de arte contempóraneo de Christie, anotó en 2.007: "Después de que uno tiene una cuarta casa y un Jet G5, ¿ qué le queda ?
De acuerdo con Forbes, el número de millardarios del mundo ha venido creciendo en u 20% anual desde 2.000. En 2.003 había 476; ahora hay 1.125. Cuando empezaron a coleccionar arte contemporáneo, los precios empezaron a subir. Nuevos eventos, como el Art Basel Miami Beach y Frieze en Londres, fueron un éxito. La prensa publicó relatos que promocionaron el boom. Los anuncios de las ricas galerías y negocios del arte y la intocable santidad del "arte" desterraron toda crítica. El público acudió a las galerías de arte.El Tate Modern tuvo 5,2 millones de visitantes en 2.007, conviertiéndose en el museo más popular delarte moderno del mundo.
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