Es notable que mientras el mundo, según dicen, se vuelve laico e indiferente en religión, la popularidad de los agüeros, por tontos que sean, está más viva que nunca.
Desde ya se preparan los vendedores de uvas en España para la noche de año viejo y la llegada del nuevo año.
Las mujeres preparan sus interiores amarillos para recibir la nueva etapa anual como lo manda el correspondiente agüero.
Y se ponen hojitas con billetes para honrar el conjuro que le asegurará al devoto ríos de dinero durante los próximos doce meses.
Y se ponen de moda los OSHOS y otros fakires parecidos, permitiendo que unos cuantos industriales de la palabra se llenen de plata a costa de los crédulos.
Lo cual demuestra, como lo decía Sir Bertrand Rusell, que la gente cree con mayor facilidad las tonterías que las verdades trascendentales.
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