Pero lo cierto es que la intromisión de los cuerpor policivos en la vida de las personas no es una actividad que se encuentre solamente en los países más o menos atrasados o en las dictaduras. Es, por el contrario, una práctica bastante corriente en las democracias europeas. The Economist comentaba hace algunos días cómo en Francia, el espionaje sobre las actividades políticas de las personas era una constante. En los países nórdicos la policía recauda habitualmente la información que tiene que ver con el uso de tarjetas de crédito y teléfonos celulares. Un análisis de esa información permite tener un perfil bastante claro de las actividades de los sospechosos de delitos, o si se quisiera, de cualquier hombre o mujer del país. Y como si fuera poco, hoy mismo se ha aprobado en Alemania una Ley que le permite a la Policía Federal de Investigaciones Criminales, introducirse en los computadores de quienes considere sospechosos de terrorismo, y otros delitos.
En el mundo actual, pues, esta clase de vigilancia -violatoria de los derechos ciudadanos-, es moneda corriente, por más que casi nunca se reconozca su práctica.
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