La franja que va de los 160 kilómetros Hasta los 36.000 kilómetros de altitud es una especie de gigantesca avenida congestionada en la que orbitan 3.000 satélites activos. Y que se disputan ese espacio con 17.000 fragmentos de artefactos lanzados desde la tierra que se desparraman, - satélites desactivados, chatarra y hasta herramientas perdidas por los astronautas. Con un tráfico celeste tan intenso, era cuestión de tiempo para que sucediera un accidente de grandes proporciones, como el ocurrido a principios del mes. Dos satélites, en órbita desde los años 90 colisionaron en un punto 790 kilómetros por encima de Siberia produciendo dos nubes de 600 detritus de tamaños variados. Uno de los satélites, el Iridium 33, era americano y pertenecía a una empresa de telefonía móvil. El otro, Cosmos 2251 ruso de uso militar, pero ya desactivado.
El choque de los satélites llama la atención por los riesgos que representa la montaña de basura espacial en órbita. Como los objetos viajan a gran velocidad, incluso un pequeño fragmento de 10 centímetros podría causar estragos considerables en el Telescopio Hubble o en la Estación espacial Internacional, - en este caso poniendo en peligro la vida de los astronautas que allí trabajan. Los astrofísicos reconocen que no hay solución a la vista para con la basura espacial, y que es difícil monitorear la trayectoria de los satélites que no pertenecen a un mismo país. El accidente no salió barato. Un aparato como el Iridium 33 cuesta 40 millones de dólares.
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