Un tribunal auspiciado por Naciones Unidas juzga por genocidio a Kaing Guev Eav, primero de los cinco acusados de la exterminación de 1,7 millones de personas hace tres décadas en Camboya. La prisión se llamaba 'Tuol Sleng' (árbol de la fruta venenosa) pero era más conocida con el nombre de S-21 y funcionaba en un antiguo colegio de bachillerato de Phnom Penh. Se cree que por ahí pasaron unos 14.000 hombres, mujeres y niños que fueron torturados y violados antes de morir ejecutados en los "campos de la muerte" vecinos.
'Duch' y su máquina de matar simbolizan el genocidio cometido por el Jemer Rojo entre abril de 1975 y enero de 1979, periodo en el que 1,7 millones de personas, casi un cuarto de la población del país, que para ese entonces tenía unos 8 millones de habitantes, fueron asesinadas o murieron de hambre y enfermedades.Apoyado por China, el régimen abolió la religión, las escuelas y la moneda. También vació las ciudades en beneficio de las granjas colectivas en el campo. En esos cuatro años, la población de Phnom Penh disminuyó de 700 mil a 200 mil habitantes.
Pol Pot murió en abril de 1998 sin ser juzgado y sin revelar los motivos que lo condujeron a poner en marcha una sistemática campaña de exterminio que eliminaba a todo lo que oliera a urbano e intelectual por considerarlo burgués y corruptor, es decir, por "traicionar la revolución". Ahora, 'Duch' será el primero de cinco ex dirigentes del Jemer Rojo que están presos en sentarse en el banquillo del tribunal asistido por las Naciones Unidas.Los otros cuatro responsables del régimen tienen un perfil más político y sus edades están entre los 76 y los 83 años, por lo que muchos camboyanos temen que se mueran antes de que se haga justicia.
La audiencia de esta semana establece el programa del juicio, que se cree comenzará a finales de marzo. La Fiscalía dijo que presentará 33 testigos a lo largo de 40 días, mientras que la defensa afirmó que oirá a 13 testigos en cuatro días y medio.Pero el tribunal -creado en julio del 2006, tras una década de negociaciones entre la ONU y el gobierno del primer ministro Hun Sen, que desertó del Jemer Rojo para unirse a las tropas de Vietnam que invadieron Camboya cuando cayó el régimen-, ha suscitado fuertes críticas.
Sus procedimientos sumamente lentos se han visto plagados por la interferencia política del gobierno camboyano, denuncias de prejuicio y corrupción, escasez de fondos y disputas entre abogados camboyanos e internacionales. Además, el tribunal no solo descartó la pena de muerte sino las indemnizaciones para los sobrevivientes. El juicio tiene, antes que nada, un carácter pedagógico y busca reforzar la reconciliación de un país que escribió una de las páginas más trágicas de la historia del siglo XX.
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