miércoles, 19 de noviembre de 2008

Deflación ?

Hace apenas tres meses la inflación era el tema de inquietud económica número uno. Los precios del petróleo llegaban a las nubes, lo mismo los de los productos alimenticios. Los bancos centrales consideraban prioritario enfrentar los riesgos de propagación a los salarios, que es lo que los economistas llaman "los efectos de segunda vuelta".     

Con la crisis financiera, todos esos temores inflacionarios han volado, y hoy es la deflación lo que amenaza: una fase generalizada y durable de caída de precios, como ocurrió en  Japón en el curso de los años 90, luego del estallido de la burbuja inmobiliaria y bursátil. La deflación tiene por efecto agravar la crisis económica acentuando el retroceso de las actividades económicas.   

Según las estadísticas publicadas el martes 18 pasado, los precios de la producción han disminuído un 2.8% en octubre en los EE.UU., un record desde que se creó esta estadística en 1.947. En el Reino Unido la inflación se ha comprobado en un 4.5% para un año completo hasta octubre, contra un 5.2% el mes anterior, lo que representa el desacelere mensual más importante observado desde hace dieciseis años.   

El hundimiento histórico de los precios agrícolas y energéticos es la causa de la caída espectacular de la inflación. El precio del barril de petróleo, que alcanzaba 145 dólares a mediados de julio está a punto de caer bajo la barrera de los 50 dólares. Con la crisis financiera, los fondos especulativos, que habían invertido masivamente en los mercados de materias primas, haciendo volar los precios a las nubes, se han retirado en un ambiente de pánico. A este reflujo de la especulación se agrega el juego natural de la oferta y la demanda: la segunda se reduce por efecto de la recesión mundial.  

Frente a la amenaza de deflación, los gobiernos comienzan a tener miedo. Los economistas señalan  que la economia mundial todavía no está confrontada propiamente a una situación de deflación. Está más bien en una fase de desinflación acelerada, es decir, al decrecimiento rápido de la tasa de inflación. En la zona Euro, ésta ha regresado de 4% en julio, a 3.2% en octubre, aunque sigue siendo positiva, lo que quiere decir que, medida en un período de un año, el nivel general de precios continúa aumentando.  

El temor es que este movimiento de deflación, con efectos benéficos para el poder de compra, degenere, a causa de la contracción historica del crédito, en deflación, con consecuencias económicas muy negativas. En situación de deflación aguda, no solo los precios bajan sino también las inversiones y la producción. El consumo cae igualmente, los hogares prefieren diferir sus compras a la espera de futuras caídas de precios. Las remuneraciones, por su parte, se van abajo, por el aumento del desempleo que pone a los asalariadoss en posición debil ante el empleador.   

GRITOS DE ALARMA

La deflación es aún más dañina para los agentes endeudados, ya se trate de Estados o de personas particulares. Con precios en baja, la carga de la deuda -el monto de los pagos por intereses y amortización del empreestito- aumentan mecánicamente. Lo qe resulta  ominoso si se tiene en cuenta los niveles de endeudamiento privado y público en Estados Unidos y en varios de los grandes países europeos.   

Y lo peor es que, una vez instalada la deflación, es muy difícil liberarse de ella, como lo ha probado el caso del Japón. Por ello la necesidad de que los países actúen de consuno. El principal remedio consiste en una baja radical de las tasas de interés por los bancos centrales, para relanzar artificialmente la masa monetaria. El Banco del Japón llevó sus tasas al 0.5% a mediados de los años 90. Y en Suiza, llegó a ser negativa a fines de los 70.   

Es hacia este escenario de tasa cero, de plata gratuita, que parecen orientarse EE. UU. y el Reino Unido. La Reserva Federal (Fed) americana quiere llevar su tasa al 1%. El Banco de Inglaterra, por su parte, ha bajado en un punto y medio su principal tasa hasta 3%, un gesto de una amplitud jamás visto, el más bajo en cincuenta años. Su Gobernador, Mervyn King ha dejado entrever la posibilidad de nuevas reducciones. Numerosos expertos temen, por otra parte, que en la zona euro, el Banco Central Europeo (BCE), se resista, por razones históricas y culturales a adoptar una estrategia monetaria tan extrema.   

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