jueves, 20 de noviembre de 2008

El sindrome del complot

* Cuando el Ministro del Interior mexicano Juan Camilo Mouriño pereció en un lo que parecía un extraño accidente aéreo a bordo de una pequeña nave a reacción, en el momento del aterrizaje en el aeropuerto de la capital, las especulaciones se dispararon. Contribuyó a ello el hecho de que en el avión viajara también José Luis Santiago Vasconcelos, uno de los más altos responsables de la lucha anti-drogas del país, aparte de otras doce personas, las que perecieron con ellos. Parecía imposible no atribuír el suceso a un atentado, y el Gobierno se vió metido en una situación incómoda al sostener que no existían razones para creer en él. Este caso fué el típico ejemplo de la gran dificultad que tiene la gente para aceptar la ocurrencia de lo imprevisto cuando se dan todos los elementos para creer en la solución más simple: una conspiración.

Pero esta vez, ha sido posible encontrar la razón para la ocurrencia del espectacular acontecimiento: el avión cayó a tierra arrastrado por la turbulencia creada por otra nave de mayor tamaño que aterrizó segundos antes. La inexperiencia de los pilotos del Lear-45 en que viajaban los funcionarios, hizo que no atendieran la órden de la torre de control, de disminuir velocidad más de un minuto antes, por lo que se vieron desestabilizados e incapaces de evitar estrellarse. Un caso, pues, en donde las sospechas no tenían fundamento. Pero si no se hubiera establecido la causa de accidente, este se hubiera convertido en uno más de los enigmas siniestros de página roja.

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