No pintan nada bien las cosas para la socialdemocracia alemana y la izquierda en general el próximo domingo. La debilidad del voto que reflejan todas las encuestas sin excepción sitúa al SPD en su momento más bajo, por debajo del 28,8% que obtuvo en las segundas elecciones de la historia de la actual república, en 1952. Es cierto que también la CDU-CSU ha visto recortada sus expectativas, largamente por debajo del 40%. Hijo de la Gran Coalición es este gran desgaste, que ha llevado a la expectativa de un incremento de la abstención y el mantenimiento o crecimiento del voto de los tres pequeños. Los dos grandes partidos recogían casi el 80% de los votos y ahora se prevé que apenas alcancen el 60%.
Alemania es el penúltimo gran bastión socialista europeo. Detrás sólo queda la España de Zapatero. El significado de una derrota el domingo, que condujera el abandono del Gobierno, trasciende por tanto las fronteras alemanas. Encuestas y pronósticos en mano es exactamente esto lo que todo el mundo espera, aunque algunos todavía se agarran a la eventualidad de una segunda edición de la Gran Coalición, que sería hija de las debilidades de los dos grandes partidos y no fruto de una propuesta para encarar el futuro. Sólo el número muy elevado de indecisos, alrededor del 40%, es lo que sostiene las esperanzas de algunos socialdemócratas, que sueñan todavía en que Steinmeier supere a Merkel en votos.
Si el SPD se dirige de forma tan decidida a una derrota es, en primer lugar, porque ha perdido a sus bases electorales clásicas, que habían sido su razón de ser durante más de un siglo de historia. Consiguió retener todavía a la clase obrera aburguesada del capitalismo tardío, pero no ha podido mantener su magnetismo y su cohesión en el momento de la globalización, cuando aquella clase tan característica ha desaparecido, sustituida ya no por máquinas, sino por mano de obra situada en China y otros países emergentes. Buena parte de sus votos se están fugando por la izquierda o pasan a engrosar la abstención.
La segunda razón de sus malas perspectivas radica en la difuminación de su perfil ideológico. Algunas ideas muy propias de la socialdemocracia, principalmente sobre el papel del Estado como protector de los más débiles y como guardián del equilibrio social, han impregnado a todos los partidos y han adquirido un carácter tan transversal como para neutralizar el mensaje de la izquierda. Todo lo que ésta podía exhibir como su habilidad exclusiva es ahora patrimonio de todos, incluidos los liberales que reivindican el centro y hablan de economía social de mercado.
La difusión transversal de ideas y valores socialdemócratas coincide además con la fragmentación interna de la izquierda. Los votantes y los cuadros de La Izquierda (Die Linke) de los länder que pertenecieron a la desaparecida República Democrática corresponden por ideología e incluso por muchas de sus propuestas políticas al campo político socialdemócrata, pero se hallan distanciados por sus orígenes históricos y su distinta y distante cultura política. Además, debe contarse con el precio que ha tenido que pagar el SPD por el ejercicio del poder durante 11 años y su compromiso con los recortes del esplendoroso Estado de bienestar alemán. Sus votantes y militantes del antiguo Oeste se han pasado con armas y bagajes a las filas de Oskar Lafontaine, que se fue airado del Gobierno y del partido.
Las señales de un declive sin remedio son muy intensas, pero al menos hay algunos datos demoscópicos que permiten alentar la tesis contraria. La generación más joven, entre 18 y 24 años, ha pegado un auténtico bandazo hacia la izquierda. Los jóvenes de 25 a 29 votarán al conjunto de la derecha en un 57% de casos, mientras que sólo lo hará un 29% en la franja de menos edad. El SPD se mantiene muy alto entre los más jóvenes, con un 38%, e incluso La Izquierda, ausente en la clase de edad superior, recupera entre los cadetes el 14%. En Estados Unidos se detectó un fenómeno similar en 2004 entre el primer y el segundo mandato de Bush, en lo que eran los primeros presagios de la victoria de Obama en 2008.
Las señales de un intenso y largo invierno socialdemócrata son inconfundibles.Lo normal es que el lunes la izquierda se halle en una crisis espectacular, en Alemania y en Europa. Pero habrá que analizar con lupa el detalle del voto, por regiones geográficas y por franjas de edad, para concluir si es un batacazo quién sabe si mortal de necesidad o sólo un enorme traspié.
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