Benazir Bhutto

Con el asesinato de Benazir Bhutto culmina la historia de una de las dinastías más célebres del mundo. Desde el derrocamiento de su padre, el Primer Ministro Zulficar Ali Bhutto, cuya ejecución en la horca inauguró un período de enfrentamientos y luchas, la política hoy asesinada se vió lanzada a la lucha, incluso contra su voluntad. Dos veces llegó al poder, y en ambas encontró  toda clase de inconvenientes que precipitaron su salida del gobierno y su exilio. Luchas que también tuvieron que ver con la muerte de sus hermanos. Con las duras reacciones de sus partidarios ante un asesinato que era una verdadera muerte anunciada, que poco a poco han ido estallando violentamente en todo el país, se genera una inestabilidad extremadamente preocupante para el mundo. Pakistán, en efecto no es un país cualquiera: es una potencia nuclear, ni más ni menos. Sus problemas no pueden asimilarse a los de cualquier país de los tantos que en el mundo atraviesan periódicas crisis. Porque aunque eso es precisamente lo que allí ocurre, esta nación heredó de su colonización inglesa un estamento científico de alta calidad. El General Masarrad, ya  enredado en problemas que, sin embargo ha podido enfrentar debido al apoyo inglés y norteamericano, sus mentores que ven en él un arma y una defensa contra el extremismo islámico, va a ver a la oposición aún más radicalizada. Y los paises occidentales que han apoyado su gestión por pura conveniencia, van a verse metidos en dilemas muy complicados: seguir apoyando al gobernante en medio de un país incendiado, o propiciar un cambio de consecuencias impredecibles, sobre todo frente al peligroso fundamentalismo islámico.