La reacción ha sido la previsible. Una andanada de argumentos anti-americanos entre altaneros y despectivos, y algunos comentarios más equilibrados entre los cuales hay muestras de verdadera preocupación.
Por su parte, The New York Times publicó en días pasados un artículo de su corresponsal en Roma donde éste se refería a la supuesta depresión de los italianos que veían a su país en la más traiste decadencia. También en este caso, las protestas arrasaron en la prensa del país, y una vez más, el furor se centró en las presuntas fallas, defectos y carencias de la sociedad americana. En este caso se aparecieron igualmente voces más serenas que invitaron a un análisis más ponderado de la realidad nacional. Umbero Eco, por su parte, opinó que el escándalo y la histeria suscitados por la publicación, era la mejor prueba de que el periodista americano tenía toda la razón.
Es indudable que las dos publicaciones tienen buena parte de razón. Francia ya no tiene esa especie de monopolio de la cultura que una vez la convirtió en el tribunal inapelable de la inteligencia.
E Italia ha sido superada por España como símbolo de juventud y dinamismo.
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