Varias veces lo hemos dicho: mientras a la limitación de las emisiones de CO2, y en general a la lucha contra el calentamiento global y la protección del medio ambiente se le sigan mezclando consideraciones de supremacía económica y política, será imposible que se llegue a acuerdos universales.
En las conversaciones que se llevan a cabo actualmente en Bali, estos problemas han vuelto a aflorar: la propuesta de reducir las emisiones en un 40% encuentra la oposición de Estados Unidos, Japón y Rusia y la entusiasta recepción de los europeos.
Pero a su vez los países subdesarrollados acusan a las potencias de presionarlos en este asunto, lo que ellos interpretan como una manera de obligarlos a retrasar su desarrollo.
Todo lo cual confirma lo que hemos venido sosteniendo.
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