No hay duda de que el Coronel le ganó esta a los consejeros del gobierno. Pero independientemente de las mil suspicacias que el episodio de los rehenes en proceso de ser entregados pueda suscitar, como todo y su aparatosa parafernalia internacioonal, hay que alegrarse por ellos. Y lamentarse, una vez más, de que la habilidad del gobierno para manejar estas cosas no esté a la altura de lo que todos quisiéramos.
Lo que toca preguntarse es qué va a pasar de aquí en adelante. Porque desmontar al Coronel del caballo victorioso en el que ya se montó no va a ser fácil, o por lo menos no lo va a ser sin un costo internacional (y hasta nacional) bastante alto para el Gobierno.
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