Pasan los días, y la crisis de las hipotecas sub-prime se agrava cada vez más. Pero la mayoría de la gente no tiene ni idea de qué es lo que verdaderamente ha ocurrido, y porqué la situación es tan grave. Pues bien, en una síntesis muy apretada, y valiéndonos de los expertos que escriben en los grandes diarios del mundo, esto fué lo que ocurrió:
En 1998, Wall Street popularizó una innovación financiera que terminó con el monopolio de los bancos en el otorgamiento de préstamos hipotecarios para adquirir propiedades inmobiliarias. La innovación consistía en abrir el juego a todo tipo de inversionistas externos que, a través de la Bolsa, financiaban con su dinero, nuevos préstamos hipotecarios. En consecuencia, el de las hipotecas dejó de ser un negocio local, centrado en los bancos, para convertirse en uno global, en el que los inversionistas de casi cualquier parte acumulaban dinero para prestar.
Con la llegada de competidores al que hasta entonces había sido un territorio exclusivo de los bancos, la primera consecuencia fue el abaratamiento de las comisiones y otros gastos. La segunda, que estos nuevos inversionistas buscaran mejores rendimientos para su dinero. Había llegado el momento de las hipotecas subprime, (es decir, hipotécas de alto riesgo), solicitadas por clientes cuyo nivel de ingresos los hacía demasiado riesgosos como para obtener un préstamo tradicional.
El problema vino, como siempre, con la evaluación de ese riesgo. Normalmente los inversionistas saben exactamente que tan peligrosa es la situación en la que se meten, y tratan de ser muy cuidadosos. Pero en el caso de las propiedades inmobiliarias, la ponderación de ese riesgo estaba distorsionada por la creencia de que "los precios de las casas nunca habían bajado antes". Los inversionistas cometieron el error de calcular el futuro teniendo en cuenta solamente ese argumento, y se les olvidó que, por lo general, en la naturaleza, como en la economía, todo lo que sube, baja, o lo que es igual, "cuando los precios suben demasiado, están destinados a caer".
Para el inversionista que vive en la creencia de que las casas de sus deudores sólo pueden subir de precio, el peor escenario no parece tan terrible: si mi deudor se no puede pagar, pues que se venda la casa y recupero el dinero. Por eso y porque, gracias a Alan Greenspan, las tasas estaban muy bajas desde el boom de las puntocom, decidieron maximizar el rendimiento de sus inversiones financiándolas con deuda en vez de valerse de recursos propios:
"Se hacían apuestas de 100 millones de dólares con solo 1 millón en recursos propios y 99 en deuda. Si el valor de la inversión crecía hasta 101 millones, el inversionistas había doblado el dinero que puso de su bolsillo", dice el comentarista de economía, Leonhardt en el New York Times.
Si las cosas continúan igual, (o sea, si los precios de las casas siguen subiendo), el efecto multiplicador de rendimientos que permite la compra financiada con deuda, es casi mágico. El problema ocurre cuando empieza las cosas empiezan a funcionar mal (los compradores de casas incumplen, en un escenario de caída de precios inmobiliarios). Entonces el efecto multiplicador es catastrófico: basta que esa inversión de 100 millones pierda un 1% y se convierta en 99 millones para que eso implique una pérdida del 100% de lo único que puso el inversionista de su propio bolsillo.
La creencia extendida de que el mercado inmobiliario norteamericano era una apuesta segura llevó a que, con la desmesurada ambición que caracteriza al sistema financiero mundial, una gran parte de éste, resolvió meterse en el negocio.
En el verano boreal de 2007, todavía se pensaba que la debacle no se extendería hasta bancos tradicionales como el Citibank, que habían vendido sus hipotecas a otros inversionistas. Pero entonces, se descubrió que estos bancos también se habían metido en la fiesta, vendiendo complejas pólizas vinculadas al pago de los préstamos hipotecarios.
Con los precios de las propiedades inmobiliarias bajando y la crisis desatada, el problema ahora es de confianza. La reputación de fondos y bancos de inversión depende principalmente de que el resto perciba que tiene activos detrás de sus inversiones, y no solo deuda. De ahí que en estas épocas turbulentas acumulen caja y se muestren menos dispuestos a prestar su dinero, hasta que sepan qué tan expuestos están a la crisis.
"Cualquier institución que parezca tener una cartera de alto riesgo, aunque tenga suficientes activos para sostenerla, se enfrenta a la doble dificultad de inversionistas que quieren recuperar su dinero y de prestamistas que les cierran la puerta en la cara (...) El conservadurismo ha ido tan lejos que está afectando a muchos tomadores de préstamos que sí son fiables lo que, a su vez, daña a toda la economía y agrava los miedos de Wall Street", termina el citado Leonhardt.
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