Por esta época los diarios se llenan de comentarios alarmados por la costumbre que tienen los trabajadores colombianos de pedir las cesantías recien consignadas en los fondos respectivos y gastárselas en cualquier cosa, sin respetar el objetivo para el cual se crearon, que sería mantener al trabajador durante las épocas de desempleo. Se dice entonces, que es necesario implantar mecanismos más rígidos para impedir lo que está pasando.
Detras de esas consideraciones está una visión paternalista del trabajador colombiano que quiere que el Estado lo proteja de su propia irresponsabilidad; un concepto arcaico y humillante que viene de los tiempos en que las clases "ilustradas" o la Iglesia le negaban a los trabajadores sus derechos a tiempo que practicaban una especie de benevolencia discrecional supuestamente protectora.
El Estado cumple con establecer el derecho a la cesantía. Si el trabajador la quiere dilapidar, es cosa suya, y cualquier intento de impedirlo no es más que un abusivo desconocimiento de sus derechos.
Pero claro; en realidad esta hipócrita preocupación de los medios, traduce verdaderamente otros intereses: el de quienes manejan los dineros de los trabajadores.
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