Porque la incomunicación y la distancia impiden apreciar el cambio de las circunstancias y la modificación de los temperamentos sociales. Y quien acaba de ser víctima de un tratamiento imperdonable y oprobioso, se vé en el riesgo de encontrarse con la animadversión y la hostilidad, porque no puede calcular el efecto de sus manifestaciones y reclamos, y aún su justa indignación, y cree inconcientemente que su posición de víctima lo excusa de la moderación y la prudencia.
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