El interés de todos
El Estado, en nuestra concepción política, heredada de la Revolución Francesa, es el supremo intérprete del interés general. Es ello lo que, desde una perspectiva tradicional, le confiere determinados poderes en virtud de los cuales su acción se sustrae a la lógica de las relaciones particulares. Por ello no puede comprometer el interés de todos, en beneficio de unos, pocos o muchos, meritorios o víctimas, porque ello equivale a desviarse del camino de sus cometidos auténticos, y poner en peligro su legitimidad institucional.
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