William F. Buckley Jr., un maestro de la exuberancia verbal, de arqueadas y famosas cejas y una mente tan refinada y perspicaz como para instalar el conservatismo en el centro del discurso político americano, murió este miércoles en su casa de Stamford, Conneticut. Tenía 82 años.
Buckley, personalidad atractiva y caprichosa, lengua afilada y feroz por la que sus adversarios lo comparaban con un oso hormiguero, fué el popular anfitrión de uno de los más prolongados programas de televisión, “Firing Line,” y fundador y guía de uno de los más influyentes magazines conservadores: “National Review.” Tuvo tiempo igualmente para escribir 50 libros, que van desde odiseas de navegación a vela, y novelas de espionaje hasta disertaciones sobre la digitación del clavecímbalo y apasionados autolegios.
En 2007, publicó un relato historico llamado “Cancel Your Own Goddam Subscription” (Cancele su maldita subscripción) y una novela política, “The Rake.” (El libertino) Sus recuerdos personales del Senador Barry M. Goldwater se publicarán pronto, y estaba trabajando en una obra similar sobre el Presidente Ronald Reagan.
Las más de 4.5 millones de palabras de sus 5,600 columnas bisemanales, “On the Right,” (A la Derecha) formarían otros 45 libros de tamaño mediano. Sus notas, papeles y documentos personales, los cuales donó a la Universidad de Yale, pesan siete toneladas.
Pero el más grande logro de Buckley fué hacer del conservatismo un sistema de ideas respetable en la norteamérica liberal posterior a la Segunda Guerra Mundial. En ello movilizó a los jóvenes entusiastas que ayudaron a postular a Barry Goldwater en 1964 y vió coronados sus esfuerzos cuando Reagan y los Bush llegaron al Despacho Oval. Para su enorme satisfacción, el historiado Arthur M. Schlesinger, Jr., lo llamó el "azote del liberalismo".
La supremacía liberal que combatió, se había iniciado con el New Deal y se consolidó tanto, que Lionel Trilling, , uno de los intelectuales más importantes de Estados Unidos, escribió en 1950: “En los Estados Unidos de hoy, el liberalismo no sólo es la tradición dominante, sino la única tradición intelectual. Y ello por el simple hecho de que no hay ninguna idea conservadora o reaccionaria en circulación." Buckley le declaró la guerra a ese órden liberal, empezando con su ácido ataque a la Universidad de Yale, -de la cual se había graduado en 1.950,- como una "guarida" del colectivismo ateo.
“Todos los grandes relatos de la Biblia comienzan con el Genesis,” escribió George Will en 1.980 para National Review . “Y antes estuvieron Ronald Reagan, y Barry Goldwater, y antes de que estuviera Barry Goldwater estuvo National Review, y antes de que hubiera National Review estuvo Bill Buckley con un destello en su mente, y en 1980 ese destello se ha convertido en una conflagración.”
Buckley bordó el tejido de lo que se convirtió en el nuevo conservatismo americano, a partir de escritores como Max Eastman, economistas como Milton Friedman, académicos tradicionalistas como Russell Kirk y escritores anti-comunistas como Whittaker Chambers. Así, luchó por un conservatismo basado en los intereses nacionales y un alto sentido de la moralidad.
Su auditorio más receptivo fueron los jóvenes conservadores, impulsadores primero de la emergencia de Barry Goldwater en la Convención Republicana convention de 1960 como alternativa de la derecha a Nixon. Algunos se reunieron en septiembre de ese año en el hogar familiar de Buckley en Sharon, Conneticut para crear Young Americans for Freedom. Su número empezó a crecer.
Nicholas Lemann escribió en Washington Monthly en 1988 que durante la administración Reagan “los 5,000 funcionarios de nivel medio, periodistas e intelectuales de políticas públicas necesarios para formar gobierno” estaban “ profundamente influenciados por el ejemplo de Buckley.” Agregó que ni los moderados de los círculos internos de Washington ni los “ Conservadores tipo provinciano de Ed Meese” hubieran logrado impulsar los recortes presupuestales y otras políticas transformadoras de Reagan.
Hablando de los verdaderos creyentes, continuaba Lemann, “ Algunas de esas de esas personas fueron capacitadas personalmente por Buckley, y la mayoría de los demás lo vieron como el modelo a seguir.”
Buckley se hizo prominente junto con una generación de talentosos escritores fascinados por los temas políticos, como Mailer, Capote, Vidal, Styron y Baldwin. Como los otros, fué un imán para la controversia. Todo mundo en la derecha, -desde los miembros de la John Birch Society a los discípulos de Ayn Rand y de George Wallace a los Republicanos moderados—frecuentemente se enfrentó en disputas con él.
La gente de muchas tendencias políticas lo llegó a ver como una especie de personificación artística— que corría por toda la ciudad en una motocicleta, o emprendía una quijotesca campaña por la alcaldía de Nueva York como lo hizo en 1.965, o se pronunciaba ruidosamente a favor de la descriminalización de la mariguana. Con frecuencia fué descrito como el conservador favorito de los liberales, especialmente luego de ser el calmado anfitrión en la adaptación que se hizo en 1.982 para la televisión pública, de la obra de Evelyn Waugh’s “Brideshead Revisited”.
Norman Mailer pudo incluso haberlo despreciado, definiéndolo como “un intelectual de segunda, incapaz de expresar dos ideas serias una tras otra”, pero no pudo dejar de admirar su imponente presencia en un escenario. “Nadie como él, puede proyectar simultáneamente la sensación de que está representando al gerente del Yacht Club, a Joseph Goebbels, Robert Mitchum, Maverick, Savonarola, el simpático chico de la preparatoria que vive al lado, y al canoso abuelo de antaño,” dijo Mailer en 1.967, en una entrevista para la revista Harpers.
El vocabulario de Buckley una especie de pirotecnia verbal con frases anacrónicas que era descrito en los medios como sesquipedálico (por el uso de palabras muy largas ), se volvió legendario. Críticos menos amables lo acusaban de “pleonástico”.
Y luego estaba su aura de malevolencia. Escribiendo en el Washington Post en 1.985, David Remnick, decía, “Tiene la mirada de un niño que ha descubierto un horrible pasatiempo, que incluye al horno microondas y al gato de la familia.”
William Francis Buckley nació en Manhattan el 24 de Noviembre de 1925; fué el sexto de los 10 hijos de Aloise Steiner Buckley y William Frank Buckley. Sus padres intentaron llamarlo como el padre, pero el sacerdote insistió en que le pusieran un nombre de santo, por lo que lo bautizaron Francis. Pero cuando tenía 5 años pidió cambiarlo a Frank, a lo que sus padres accedieron. Se convirtió entonces en William F. Buckley Jr.
El padre de los Buckley hizo una pequeña fortuna en los campos petroleros de Mexico y Venezuela y educó a sus hijos con tutores personales en Great Elm, la propiedad familiar en Sharon, Conneticut. Además, solo asistieron a escuelas católicas en Inglaterra y Francia. El jóven William absorbió el conservatismo de su familia junto con un profundo catolicismo. A los 14 años, fué con sus hermanos a Millbrook School, una escuela preparatoria a 25 kilómetros de la línea de cruce del Estado de Nueva York.
En su tiempo libre en Millbrook, el joven Bill mecanografiaba los trabajos de sus compañeros a un dólar por página, más 25 centavos adicionales por corregir la gramática.
No se descuidó de la política concurriendo sin ser invitado a las reuniones de la facultad para quejarse de que algún profesor había violado su derecho a la libertad de expresión y para oponerse a la entrada del país a la II Guerra Mundial. Su padre le escribió sugiriéndole "aprender a ser más moderado en la expresión de sus opiniones."
Se graduó de Millbrook en 1943, y luego pasó un semestre en la Universidad de Mexico estudiando español, que había sido su primer idioma. Sirvió en el ejército de 1944 a 1946 y llegó a ser sub-teniente.
En su libro “William F. Buckley, Jr.: Patron Saint of the Conservatives,” (1.988) John B. Judis cita a su hermana Patricia diciendo que la experiencia en el ejército había cambiado a Buckley. “Logró entender mejor a la gente,” dijo ella.
Buckley entró entonces a Yale, donde estudió ciencia política, economía e historia, revelándose como un temible polemista; fué elegido director del Yale Daily News; y se incorporó a Skull and Bones, la más famosa fraternidad de la Universidad. Se le otorgó el honor de pronunciar el discurso en la ceremonia del Día del Alumno de Yale , pero fué reemplazado después de que la Dirección de la Universidad objetó su nombre por los fuertes ataques que lanzaba contra la Institución. Respondió escribiéndo sus críticas en el libro que le significó la atención nacional, en parte porque le había pagado al editor, Regnery, $10,000 dólares para que le hiciera publicidad.
Publicado en 1951, en “God and Man at Yale: The Superstitions of ‘Academic Freedom,’ ”(Dios y el Hombre en Yale: Las Supersticiones de la "Libertad Académica") acusó a los directores de Yale de tener una actitud atea y colectivista y pidió destituir a los miembros de la facultad que apoyaban valores que se apartaban de los que él consideraba con los tradicionales de Yale. Entre la avalancha de críticas negativas, la de McGeorge Bundy, un graduado de Yale, en Atlantic Monthly fué notable. En ella consideró el libro, "deshonesto en el uso de los hechos, falso en su teoría y un descrédito para su autor". Pero Peter Viereck, escribiendo en el The New York Times Sunday Book Review, apreció el libro como un "contrapeso necesario".
Después de un año en la CIA en México, Buckley se fué a trabajar a una revista, pero renunció para lanzar la suya propia. Durante un tiempo trabajó como escritor freelance y profesor, y escribió un segundo libro con su cuñado L. Brent Bozell. Publicó en 1954, “McCarthy and His Enemies” que fué una sólida defensa del Senador de Wisconsin que estaba en la cumbre de su campaña contra los comunistas, liberales y el Partido Demócrata. El libro llegó a la lista de best-sellers del New York Times.
En 1955, Buckley empezó la publicacion de National Review como una voz para “los discípulos de la verdad, que defienden el órden moral orgánico” con una donación de $100,000 gde su padre y $290,000 de otros donantes. En un principio se alineó con los segregacionistas del Sur, diciendo que los blancos tenían derecho a imponerles sus ideas a los negros, que eran cultural y políticamente inferiores a ellos. Después de que algunos conservadores protestaron, Buckley sugirió que tanto a los blancos como a los negros sin educación, se les debería negar el derecho al voto.
Buckley no apoyó automáticamente a los Republicanos. En cuanto a Eisenhower, en contra de quien se había fundado en cierta medida National Review, la revista solo le dió un tibio apoyo al final, con una frase que se hizo famosa : “We prefer Ike.” (Preferimos a Ike).
La circulación pasó de 16,000 en 1957 a 70,000 en la época de la candidatura de Goldwater; en 1964, y a 115,000 en 1972. En la actualidad es de 166,000. La revista siempre ha tenido que ser subsidiada por donaciones de los lectores, y sostenida por aportes de Buckley.
A tiempo que organizaba foros para conservadores de alto calibre como Russell Kirk, James Burnham y Robert Nisbet, National Review cultivó la carrera de varios jóvenes escritores, incluyendo a Garry Wills, Joan Didion y John Leonard. National Review también ayudó a definir el movimiento conservador aislando a quienes no seguían la línea que marcaba la concepción de Buckley.
“Bill fué responsable de rechazar la John Birch Society y los otros extremistas que toleraban el antisemitismo de algunos como forma de conservatismo,” le declaró Hugh Kennerun biografo de Ezra Pound y frequente colaborador de National Review, al The Washington Post. “ Sin Bill- si él hubiera decidido ser un académico o un hombre de empresa, o cualquier otra cosa- sin él no hubiera habido probablemente un movimiento conservador respetable en este país.”
La imágen personal de Buckley creció con su programa de televisión, “Firing Line", que se transmitió entre 1966 y 1999. Primero en WOR-TV y luego en la TV pública, se convirtió en el programa más largo sostenido por un solo anfitrion -batiendo a Johnny Carson por tres años . Se grabaron 1.504 programas, incluyendo debates en cuestiones como “Resuelto: El movimiento femenino ha sido desastroso.” Hubo controversias sobre política exterior con Norman Thomas; de feminismo con Germaine Greer; y de relaciones raciales con James Baldwin. Al político de Nueva York, Mark Green, le susurró: “Has estado en el show cerca de 100 veces en estos años. Dime, Mark, todavía no has aprendido nada?” En alguna ocasión Harold Macmillan, ex-primer ministro Británico preguntó: “Y es que ese programa no se ha acabado?”
A los 50 años, Buckley cruzó el Atlántico en su bote y además se convirtió en novelista. Once de sus novelas son de espionaje con el agente americano Blackford Oakes, quien se lleva a la cama a la Reina de Inglaterra en su primer libro. Otros de sus libros incluían una novela histórica con Elvis Presley como personaje destacado, otro sobre los procesos de Nuremberg, una crítica razonada del anti-semitismo y recuentos de inmenso éxito que dramatizaban una vida de placer y riqueza, -la suya-. Por ejemplo, en “Cruising Speed: A Documentary,” publicado en 1971, documentó con entusiasmo las comidas que le encantaban.
“Rawle podría darnos cualquier cosa, como Langosta Newburgh como entrada, y Baked Alaska, de postre, escribió”. “Sirve una sopa de pescado, de la cual es un maestro supremo, y sandwiches de queso y tocineta, con un costoso Riesling y mantequilla de maní." Su espíritu jocoso fué evidente en la campaña para la Alcaldía de Nueva York por el Partido Conservador. Cuando le preguntaron qué haría si ganaba, contestó "Pedir recuento de votos". Así y todo, obtuvo el 13.4 % de los votos..
En retrospecto, esa campaña se consideró como el inicio del exitoso cortejo del Partido Republicano a las clases trabajadoras que más tarde se convirtieron en los “Democratas de Reagan.”
Para Murray Kempton, uno de sus muchos amigos en la izquierda, el estlo de conferencia de Buckley evocaba “Un enviado especial del período Eduardiano leyendo en voz alta los 39 artículos del credo Anglicano a una asamblea de Zulúes.”
A diferencia de su hermano James, que actuó como Senador por Nueva York, Buckley evitó los cargos públicos. Sin embargo, sirvió entre 1969 y 1972 como delegado presidencial en la National Advisory Commission on Information y como miembro de la delegación de los Estados Unidos en las Naciones Unidas en 1973.
Dejando a un lado los méritos de sus argumentos, Buckley demostró que su estilo no se acomodaba a una vida de funcionario público cuando, en un artículo de opinión en The New York Times proclamó una cura parcial para las víctimas de SIDA “ A todo el que se le detecte el SIDA se le debería tatuar una señal en la frente para prevenir a los usuarios comunes de las agujas hipodérmicas, y en las nalgas para prevenir la victimización de los homosexuales".
En sus últimos años, cuando recibió reconocimientos como la Medalla de la Libertad del Presidente, Buckley fué suavizando gradualmente su féreo dominio sobre su imperio intelectual. In 1998, terminó su frenético programa de discursos, unos 70 al año da lo largo de cuatro décadas. En 1999, suspendió “Firing Line,” y en 2004, renunció a su puesto en el Consejo Directivo de National Review. Escribió su última novela de espionaje (la decima primera de su serie), vendió su bote y dejó de tocar públicamente el clavicímbalo.
Pero comenzó una nueva novela histórica y siguió con sus columnas, incluyendo una sobre el "poder embrujador" de la serie de televisión “The Sopranos”. Y aún atrajo la atención de la opinión pública al considerar que la campaña de Irak había resultado un completo fracaso.
El 15 de abril de 2007, su esposa, Patricia Aldyen Austin Taylor, quien se había forjado un formidable prestigio como "socialite" y benefactora de obras sociales, pero consideraba su labor de ama de casa, madre y esposa más importante, murió. Los dos se llamaban entre si “Ducky” (patico).
Lo sobreviven su hijo, Christopher, en Washington; sus hermanas Priscilla L. Buckley en Sharon, Patricia Buckley Bozell en Washington, y Carol Buckley en Columbia, S.C.; sus hermanos James L., de Sharon, y F. Reid, de Camden, ; una nieta y un nieto.
Al final, Buckley no dejó de burlarse de si mismo, como lo había hecho con muchos otros. En su novela de espionaje “Who’s on First,” describió el posible impacto de su National Review a través de su personaje, Boris Bolgin.
“ ‘Alguna vez has leído National Review, Jozsef?’ -pregunta Boris Bolgin, jefe de la rama de contra espionaje en Europa Occidental de la KGB . ‘ Es editada por ese jóven fanático burgués.’ .”
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