domingo, 8 de junio de 2008

El japonés homicida

Tomohiro Kato, el joven japonés que embistió con un camión a varias personas en el Japón, y apuñaló a otras matando a siete no ha merecido las alarmadas denuncias que producen estos acontecimientos cuando se producen en los Estados Unidos, a pesar de que las similitudes son muchas. También Tomohiro tiene su página web, y en ella publicó sus intenciones porque que está aburrido de la vida. Pero falta un elemento: las armas de fuego. De acuerdo con la retórica habitual, como esta clase de tragedias se deben a la proliferación de armas que existe en los Estados Unidos, pues habrá que prohibir los cuchillos en Japón, mientras se produce alguna tragedia con los palillos de comer. Y no es la primera matanza que ocurre en el país oriental: ya en 2.001 hubo algo similar. Pero es que estos casos son parte del malestar que existe en las reglamentarias y reglamentadas sociedades opulentas. Pero aceptarlo sería aceptar que el modelo de sociedad que ellas representan es un fracaso, y eso es políticamente incorrecto.

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