No tengo una gran simpatía por la España de hoy. Me fastidian sus pretensiones de superioridad y su desesperación por hacerse perdonar que ha sido durante siglos una de las sociedades más retardatarias de la tierra. Sigue siendo un país de gente ignorante al que favoreció el ingreso en la CE, sobre todo por las transferencias económicas y su mano de obra sub-pagada que le permitieron enriquecerse. Me fastidia igualmente que en este país se haya convertido en una especie de norte jurídico cuando no son más que unos divulgadores pasables del derecho alemán. Y que se los admire aquí, cuando apenas hace 30 años que tiene, por primera vez en toda su historia una Constitución democrática.
Pero lo que no puedo negar es que progresan. No tanto como se cree, pero es así. Y de alguna manera su victoria en la Copa europea lo traduce. Esa victoria es una expresión de la confianza nacional que se siente en España. Porque el deporte suele ser un reflejo del ánimo nacional. Al menos en los países latinos. Y eso hay que reconocerlo. Algún día, más temprano que tarde España llegará a donde ya cree estar. Pero sin duda, esa falsa creencia la ha favorecido.
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