Se llama Cinco en Humor, es de María Teresa Ronderos y repasa la trayectoria de cinco humoristas colombianos. Megustó mucho, aunque las circunstancias historicas en que vivieron o han vivido, fueron muy desiguales y eso se refleja en el estilo mismo del libro.
La época de Rendón, el caricaturista de los años 20 y 30 aparece menos documentada como es obvio, y la autora no logra descifrarnos al menos en parte la extraña personalidad de este antiqueño trasladado a Bogotá que fustiga a los conservadores y muy especialmente al clero. Nos quedamos sin saber quién era Ricardo Rendón, pero admiramos su obra.
Lucas Caballero, el célebre KLIM, está mucho mejor, dado que sobre él existen muchos más elementos. Y aquí sí logra la periodista un esbozo más acabado de su personalidad y su formidable ingenio. Nos damos cuenta de que fué realmente implacable con quienes él consideraba funestos, como su primo, el increiblemente ambicioso Alfonso López Michelsen. Infortunadamente la autora se suma al coro de quienes siempree descalificaron a KLIM atribúyendole su antipatía por López a un asunto de dudosos negocios familiares.
Osuna es un excelente caricaturista, seguramente el más influyente de los últimos años de siglo pasado y la transición. Y la biografía pone de manifiesto las grandes dificultades que le ha significado actuar en circunstancias contradictorias en lo personal.
Jaime Garzón fué una cosa muy diferente y francamente tengo dudas de que en realidad se justifique ponerlo en compañía de los otros. No porque no fuera un humorista genial sino por la manera y los medios radicalmente distintos que utilizó, valido obviamente de su dominio de la escena televisiva. Creo que esa diferencia se siente plenamente en el libro.
En cuanto a Vladdo, tal vez sea prematuro consagrarlo desde ahora. Su posición estelar se debe a la fuerte oposición que le declaró al Presidente Uribe.
Es lástima que la perioodista no se haya librado de sus afinidades personales al escribir el libro. Porque salir a defender a algunos de los justamente desnudados por el lápiz de los caricaturistas equivale a tomar posición; y eso le hace perder valor a la obra.
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