martes, 18 de diciembre de 2007

Los libros perdidos

Cuenta Veja, la gran revista brasileña, que el escritor británico Thomas Carlyle esperaba ganar fama y dinero con La Historia de la Revolución Francesa que estaba escribiendo por el año 1.835. Le prestó el original a su amigo, el filósofo John Stuart Mill, quien displicente, dejó el manuscrito en manos de su novia. la empleada de ésta creyó que el paquete sólo tenía papeles viejos, y lo tiró al fuego. 
La anécdota ilustra la fragilidad del libro; el papel, y sus antecesores, como el papiro o el pergamino no resisten incendios e inundaciones y tampoco la desidia o la ignorancia de la gente, e incluso el deterioro del tiempo.  The Book of Lost Books: An Incomplete History of All the Great Books You'll Never Read ( El Libro de los libros perdidos: una historia no completa de los grandes libros que  Ud. nunca leerá) del crítico escocés Stuart Kelly es un breve inventario de las pérdidas y daños literarios y una bella introducción a la biblioteca de los libros que nunca serán leídos.
La destrucción de un libro fué siempre una pérdida irreparable antes de la invención de la imprenta, porque todo ejemplar, copiado a mano, era una joya. La literatura clásica de la Antigüedad que se perdió, es más voluminosa que aquella que nos llegó a nosotros. Libros como la Poética de Aristóteles traen referencias a Margites, una especie de epopeya cómica atribuída a Homero, pero los lectores modernos solo conocemos la Ilíada y la Odisea. La propia Poética era un libro incompleto; debería tener una continuación que se perdió ( la destrucción de esa obra de Aristóteles sirve de pretexto a El Nombre de la Rosa, la novela policíaca medieval de Umberto Eco).
Por su parte, de Agatón de Atenas, autor de tragedias del siglo V a.C., que aparece como anfitrión de El Simposio, uno de los más célebres diálogos de Platón, no se conservó entera ninguna obra.
Kelly se lamenta por esos tesoros desaparecidos, pero también se consuela filosóficamente con lo que le atribuye a la filosofía del tiempo. Es verdad que solo siete de las 120 tragedias de Sófocles, lo  cual es sin duda triste; pero esa selección radical terminó por sublimar la calidad de Edipo Rey. 
También se dió el caso de una obra finalmente recuperada que se reveló decepcionante: Díscolo del griego Menandro, reconstruída a mediados del siglo pasado. Autores antiguos como Quintiliano, Plutarco y hasta Julio César, tenían a Menandro como un genio de la comedia. La expectativa en torno de la obra redescubierta, era por tanto muy grande. Lo que apareció, sin embargo, fué una especie de guión de telenovela sobre el reencuentro de unos huérfanos separados en la infancia.
La noción de "libro perdido" de Kelly es amplia: incluye obras que nunca fueron escritas,  sea porque el autor se desinteresó del proyecto, o bien porque murió antes de realizarlo. Melville, Dickens, Flaubert, Kafka, el autor parece sugerir que la expresión "obra completa" es vacía de sentido. El francés Marcel Proust, por ejemplo, murió en 1.922 sin concluír su obsesiva revisión de En Busca del Tiempo Perdido. Las siete novelas que componen esta obra están el las librerías y bibliotecas. Pero la "versión final", aquella que Proust hubiera querido ver publicada, no existe. Toda bliblioteca, parece sugerir Kelly, es una colección de escombros, lo cual es una visión tan desoladora: como aquellas estatuas griegas antiguas a las que les faltan brazos, la literatura ensenna que hay belleza en la incompletud.

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