El desarrollo colosal de las ciudades chinas impresiona. Ante semejante espectáculo muchos aseguran que si el siglo XIX fué de Inglaterra, y el XX de los Estados Unidos, el XXI será el siglo de China. Quizás así sea. Pero hay que recordar varias cosas.
-Ese desarrollo se estimuló por la decisión de los líderes del país, y en especial Deng Tsiao Ping de permitir que las empresas extranjeras se instalaran en su territorio, empezando por la famosa zona franca de Guandong. Allí, con unos salarios verdaderamente mínimos y la total inexistencia de sindicatos se creó el paraíso de las empresas europeas y americanas que trasladaron su producción a China, en desarrollo de lo que, precisamente la dirigencia obrera de Europa condenó vigorosamente como 'deslocalización'.
-Pero la transferencia de tecnología y una vigorosa política de capacitación y educación, lo mismo que la implantación de industrias y empresas nacionales favorecidas por la formación de un mercado cada vez más fuerte, llenó también de empresarios, y de millonarios al país. Al final los sueldos, merced a la competencia han ido subiendo y es un hecho que hoy hay una fuerte clase media, al menos al sur del país.
-Al norte las cosas no son tan positivas, y subsisten grandes zonas deprimidas en muchos sentidos. Es de suponer que poco a poco se irán integrando al desarrollo nacional.
-Todo este panorama, desde luego, a la mayor escala que el mundo ha conocido, no es, sin embargo totalmente novedosa. En realidad es el mismo camino recorrido por la Unión Soviética y los llamados "Tigres de Oriente" : un proceso de maximización en la utilización de los recursos: el recurso humano, a través de la educación al más alto nivel, es el más importante de todos. La utilización de los recursos nacionales ya no, en este caso, totalmente por el mecanismo de una economía planificada, sino de mercado en su mayor medida. Mientras ese proceso avanza, también lo hace la economía en su conjunto.
-Pero ese desarrollo tiene límites. Y una vez que se han alcanzado, ya no es posible crecer, sino a través de un componente que le faltó a los tigres y que se localizó exclusivamente en lo militar para la URSS: la innovación, la creatividad, la inventiva, que se traducen en el desarrollo de tecnologías nuevas, y la imaginación para aplicarlas concretamente.
Pero como lo demuestra el ejemplo de Japón, las sociedades orientales son colectivas, comunes, tienen un fuerte sentimiento de clan, de grupo. En otras palabras, valoran el esfuerzo comunitario y censuran el individualismo. Y ello se traduce en el desestímulo de la creatividad personal y aislada que ha jalonado en buena medida el desarrollo tecnológico occidental. Hay que inventar el papel y la imprenta, y desarrollar la manera de utilizarlos. De lo contrario se quedan como una simple anécdota en la historia. Por eso Japón ha sido siempre un país en donde se copia maravillosamente, pero que tiene escasa inventiva. Los norteamericanos inventaron el transistor, y los japoneses lo multiplicaron al infinito. Los holandeses inventaron el cassette y algo similar se hizo. Pero la nanotecnología también nació en los EE UU; y la informática. Por eso Microsoft es americana y no japonesa o tailandesa o malaya o de Singapur; pero en esos países, y ahora en China, fabrican los equipos. Y por eso, con todo el peligro terrible que ello significa, la manipulación genética en la agricultura corre por cuenta de Monsanto y no de una empresa oriental.
Por todo eso, el país que quiera ser el líder de la economía mundial tiene que desarrollar la innovación y saberla aplicar; el famoso R. & D. de los americanos. Si China lo logra, y no va a ser nada fácil, será la gran potencia del futuro. De lo contrario se quedará donde ha estado los últimos 400 años: esperando.
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