Guayabera. . . ?

Las clases altas han regido siempre, para bien y para mal, las costumbres sociales de las otras. La urbanidad, con sus códigos de comportamiento está llena de preceptos sobre cómo tratar a los demás, cómo tratarse en público, en la mesa, en la calle, y sobre todo cuales son las reglas de la etiqueta. Hay una maravillosa huella de los usos de los ricos en el folclor de los negros en las regiones donde predominó la esclavitud. Y en la intransigencia de la clase medis cuando se trata de lo que se debe hacer en la mesa. Reglas que perduran cuando ya las pretendidas "aristocracias" locales se han democratizado un poco por su contacto con lo que se hace en otros países.

Este dominio social, desde luego, no es inocente. Su objetivo levantar murallas en el interior de la ciudadela de sus privilegios. Son ritos de exclusión para quienes no pertenecen a la clase de los elegidos. Pero lo cierto es que el progreso de las ideas igualitarias hace que algo está cambiando. Pero mientras se crea  cierta "calidad" en los nuevos usos, lo que se  vé es un avance de la chabacanería.

Algunos ricos notorios, especialmente de la prensa  bogotana, resolvieron hace algún tiempo que era "cool" casarse en Cartagena, adoptando los usos de allá, es decir, la guayabera blanca con pantaones del mismo color. Pero en Cartagena esa tradición tiene a su vez, reglas severas: hay guayaberas muy finas y elaboradas para usarlas con mancornas, los zapatos deben ser de cierto color, y en todo caso hay cierta esquisitez muy de una clase social que todavía se considera, sin razón alguna, de prosapia aristocrática. Pero al menos hay finura. Que no se percibe del todo en los "cachacos" trasplantados, que carecen del espíritu y el "savoir faire" caribe.

Pero hay algo peor: el ejemplo de los ricos capitalinos ha cundido ya en otras partes del país, y el resultado es francamente deplorable. Porque lo que se vé bien en Cartagena, no es más que la apoteosis del mal gusto en el resto del país.