Gobernar debería ser un arte de buen gusto. Hay que gobernar con "clase" y con gente de clase". La clase no es la riqueza, ni la posición social, ni el color de la gente. Es una especie de finura natural que hace que alguien se destaque por su carisma y su atractivo. Y para tener atractivo hay que destellar cultura, elegancia y buen gusto.
No hay nada más notorio que el gobernante ramplón. Porque lo que diferencia, entre otras miles de cosas a los dictadores modernos de los tiranos antiguos es que aquellos podían ser finos y elegantes. Lo cual desde luego no excusa sus crímenes, pero al menos les da un cierto refinamiento estético. Hay una singular diferencia entre un corrupto príncipe florentino y un basto general golpista de hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario